Muchos de nosotros sabemos que hemos logrado algo gracias al aliento que en el pasado nos dio un amigo, un consejero espiritual o alguna otra persona, porque vio el potencial que teníamos y nos animaron a mirar más allá de nuestro limitado horizonte para hacer realidad algo que nos parecía imposible.
Eso es lo que el Señor hace por los apóstoles en el Evangelio de hoy.
Les acababa de decir que debían perdonar siempre, hasta setenta veces siete, pero ellos responden ante la aparentemente imposible instrucción con buena disposición y alarma: “Auméntanos la fe” (Lucas 17, 4-5), como si en lenguaje moderno dijeran: “Sabemos que tenemos algo de fe, pero es demasiado poca. Danos una mayor capacidad para vivir de acuerdo con lo que creemos.”
¿Cómo les contesta el Señor? Les dice que no se fijen tanto en lo pequeña o inadecuada que sea su fe, y les asegura que aun cuando ésta sea apenas del “tamaño de una semilla de mostaza”, es suficiente para hacer todo lo que él les pide, aunque parezca imposible.
Por supuesto, Jesús quiere que nuestra fe siga creciendo, pero ¿cómo? ¡Usándola! La “pequeña” fe que ha sido plantada en nosotros tiene un potencial enorme, pero hay que usarla para ponerla en acción, como aprendieron a hacerlo los primeros discípulos. ¿Recuerdas que él los envió a anunciar el Reino, curar a los enfermos y expulsar a los demonios? No llevaban más equipo que su “pequeña” fe y volvieron llenos de alegría, y un poco sorprendidos por las maravillas que habían obrado en nombre de Jesús (Lucas 10, 17).
¿Y tú? ¿Te ha encargado Dios cumplir una misión y no crees que serás capaz de cumplirla porque te parece que tu fe es insuficiente? ¿Reconciliarte con una amistad que quedó destruida hace tiempo? ¿Rezar con alguien enfermo para que sane y esperar un milagro? ¡No subestimes a Dios, ni a ti mismo! El Señor te puede usar a ti tal como lo hacía con sus discípulos porque él puede hacer “muchísimo más de lo que nosotros pedimos o pensamos” (Efesios 3, 20). Por eso, da un paso de fe y luego otro y ve qué ocurre.
“Amado Señor mío Jesucristo, dame fuerzas. Señor, para hacer algo en tu nombre que hasta hoy no me he atrevido a hacer.”
Sabiduría 1, 1-7
Salmo 139(138), 1-10
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