El Señor dijó: «Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'.»
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos, paz y bien.
Humildad para saber quién es Dios, y quienes somos nosotros. El Evangelio hoy nos recuerda que nos anunciamos no a nosotros, sino a Dios. Hacemos más o menos cosas por Él, a veces ayudamos en la parroquia, somos catequistas, colaboramos en Cáritas, visitamos enfermos, rezamos mucho, pero todo para mayor gloria de Dios, no para mayor gloria del anunciante.
Está claro que, a veces, necesitamos alguna alabanza, para que nuestra autoestima se vea alimentada. Pero todo dentro de un orden. “Somos siervos inútiles”, hemos hecho lo que teníamos que hacer y, muchas veces, lo hacemos mal. O lo hacemos por motivos no siempre claros. Una llamada a purificar nuestras motivaciones, y buscar el bien de los demás, no nuestra vanagloria.
Nosotros hemos recibido el don de la fe, y hemos tenido un encuentro con Jesús de Nazaret, y conocemos lo que significa el Reino de Dios. Y por eso entendemos que podemos hacer muchas cosas para anunciar ese Reino, pero nada bastará para compensar todo lo que Él ha hecho por nosotros. Desde enviar a su Hijo, para que muriera por nosotros, hasta darnos cada día la oportunidad de escuchar Su Palabra y tomar su Cuerpo.
Saber quiénes somos nosotros, y quién es Dios, hacer lo que tenemos que hacer y hacerlo para Dios. Agradecer los halagos y elogios que recibimos, pero sabiendo volverlo todo hacia Él. Ese puede ser el mensaje de hoy. Como dice el salmo, “bendigo al Señor en todo momento”.
Un buen día para mirar a la Virgen María, y aprender de ella a estar siempre cerca de Jesús, compartiendo vida con Él, pero siempre en segundo plano. Que seamos cada vez más “marianos” en este sentido.
Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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