Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:"Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
“Les gusta ocupar los primeros puestos”
Cada profesión tiene sus peligros y tentaciones particulares. Los banqueros sentirán la tentación de quedarse con el dinero ajeno. Los que venden fruta, por ejemplo, tendrán la tentación de dar menos peso del debido en lo que venden. Así, podríamos seguir con todas las profesiones. Pues bien, la tentación de los que tienen autoridad es precisamente la de abusar de ella. Pueden llegar a pensar que son propietarios de esa autoridad y que se pueden aprovechar de ella para su propio beneficio.
De esa tentación no están exentos los que están al frente de la Iglesia. Han sido allí puestos por voluntad de Dios. Y su trabajo es precisamente servir a la comunidad, atender a los más débiles, repartir el pan de la Eucaristía, de modo que en la mesa de la fraternidad todos tengan lo suficiente. Pero, como son humanos, también conocen la tentación y a veces caen en ella. Y a veces se aprovechan de la comunidad para su propio beneficio, para sus propios intereses o los de sus amigos, para aumentar su bienestar, y se olvidan de atender a los débiles, de repartir el pan de la Eucaristía y de la Palabra para todos por igual. En una palabra, se olvidan de servir.
El Evangelio de hoy aplica estas ideas a los letrados y los fariseos del tiempo de Jesús. A ellos Jesús les dice que “lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a los demás, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para llevarlos”. Y recuerda a sus discípulos que no se deben dejar llamar “maestro” ni “padre” ni “jefe” porque uno sólo es el padre de todos y uno sólo el maestro y uno sólo el jefe. La autoridad en la Iglesia es un servicio. Y el que no sirve, pierde automáticamente su autoridad, traiciona al “maestro”y “padre” al que dice representar, a Jesús.
¿Es que Jesús dijo esto sólo para los letrados y fariseos de su tiempo? No creo. Hoy tenemos que aplicar el cuento a nuestra Iglesia. Porque todos los que tenemos alguna responsabilidad en ella, alguna autoridad, todos tenemos la tentación de abusar de nuestra autoridad, de creernos jefes y maestros, superiores a nuestros hermanos. Y en ese momento les dejamos de servir. Y rompemos la comunidad de Jesús. Obispos, sacerdotes, ministros diversos, agentes de pastoral, catequistas, etc, todos estamos para servir a la comunidad, para con nuestro trabajo contribuir a formar la familia de Dios, reunidos como hermanos y hermanas en torno a la mesa de la Eucaristía, sin que nadie quede excluido.
Para la reflexión
Hoy no hay preguntas. Hoy los que predicamos, todos los que tenemos alguna autoridad en la Iglesia, pedimos la oración de nuestros hermanos cristianos. Para que no caigamos en la tentación, para que nuestra vida sea un servicio. Lo pedimos humildemente.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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