Actitud y sacrificio
Yo estudio las relaciones humanas hace muchos años, y observo el comportamiento de las personas, la manera en que nos apegamos a los defectos de los demás. Pero, hoy, de modo especial, Dios nos quiere enseñar que los defectos no están en el otro, sino en nosotros. Tú no le puedes obligar a nadie a que guste de ti. Si, por ejemplo, yo quisiera ganar clientes, necesitaré agradarles; no sirve que los trate mal. Si tengo una tienda de ropa y trato mal al cliente, esa persona se va a la próxima tienda y el que pierde soy yo. ¿Estás entendiendo? El que sale perdiendo eres tú.
Tantos matrimonios se han separado, porque se han prendido del defecto de la otra persona. La estrategia para cambiar la relación es cambiar la pedagogía, cambiar en primer lugar nuestra persona. El gran secreto es comprender al otro, así vamos a tener muchos más motivos para perdonarlo. Porque cuando conoces la historia del otro, vas a ver a esa persona de otra manera. ¿Conoces la historia de tu marido? ¿De tu esposa?
Cuando conoces la historia del otro, tienes la postura de transformar tus propias actitudes. Vas a darte cuenta que Dios no creó a esa persona de esa manera, y quien comenzará a cambiar serás tú. Es necesario que todos los días te preguntes: ¿Que hice en el día de hoy para conquistar o apartar a esa persona de mí?
Muchas veces nos irritamos con la actitud de los demás, pero cuando leemos la Biblia, vemos que Dios nos trata totalmente diferente. Él no se enoja con nuestras actitudes, porque “Como la mujer abandonada y afligida, el Señor te llama de nuevo. ¿Puede ser rechazada la esposa tomada en la juventud? –Dice el Señor- Por un breve instante te abandoné, pero ahora te recibo con inmenso cariño. En un arrebato de enojo me oculté de ti por un momento, pero el amor con que te amo es eterno –Dice el Señor que te rescata-. Me sucede como en tiempos de Noé, cuando juré que las aguas del diluvio no volverán a cubrir la tierra; ahora juro no volver a enojarme contra ti, ni amenazarte nunca más. Aunque las montañas cambien de lugar, y se desmoronen los cerros, no cambiará mi amor por ti, ni se desmoronará mi alianza de paz, – dice el Señor, que te ama-.” (Isaías 54,6-10)
Dios no cambia nunca, porque nos conoce plenamente. Y lo más importante: Él usa la misericordia siempre.
Cuántos hijos ya me dijeron que se irían de casa porque no aguantaban a sus padres. Y Dios dice: “Aunque las montañas cambien de lugar, y se desmoronen los cerros, no cambiará mi amor por ti”. Cuando tenemos la mirada de Dios en todas las cosas, todo puede ser sacudido, pero en todo usaremos la misericordia. Solo un corazón sanado puede hacer eso. Solo un corazón sanado puede bendecir a los demás, en lugar de maldecirlos. Muchas veces, le pedimos a Dios la gracia de ser instrumentos eficaces para que podamos servirlo, pero Dios solo hace de nosotros instrumentos cuando somos capaces de amar. No sirve que reces por la conversión de tu esposo si no lo haces con amor. Solo el amor tiene poder de transformación.
Para tocar una luz en el techo necesitamos colocar una escalera y subir escalón por escalón. De la misma forma, si vas usando misericordia con los demás, día tras día, escalón por escalón, vas a alcanzar el corazón de Dios.
Comprométete contigo mismo en cambiar tu manera de ser, en transformar tu pedagogía con el prójimo. Elige la mejor parte, elige el cielo.
Padre Alir Sanagiotto, SCJ.
Dedica al trabajo psicoespiritual de los fieles. Blog: http://blog.cancaonova.com/padrealir
traducción: Exequiel Alvarez
(Artículo producido a partir de la homilía del 15/12/2005)
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