En los momentos en que no conseguimos rezar
es probable que estemos envueltos en una gran tentación,
en un remolino que envuelve nuestros sentimientos.
La voluntad de nuestra carne, ciertamente,
es hacer otras cosas,
pero cuando estamos en oración,
nuestra adoración al Señor nos saca de las garras del enemigo.
Aún sin palabras, adoramos al Señor en espíritu, pues,
delante del Trono de la Gracia, la divinidad de Aquel que nos amó,
nos escogió y nos salvó, actúa en nosotros y, así, somos victoriosos.
En adoración la tentación es obligada a ceder.
Pide al Espíritu Santo la gracia de vivir esa adoración.
Mons. Jonas Abib.
Fundador Comunidad Canción Nueva.
Adaptación del original en português.
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