El sueño de Dios para nosotros
La mayor alegría del Señor es ver ocurrir, en la vida de Sus hijos, lo que Él soñó para cada un de ellos.
“Luego se levantó, salió tras Elías y entró a su servicio” (1Re 19,21). Eliseo simplemente para servir su maestro, Elías; no imagino nada más. Dios es quien tenía sueños acerca de él. La mayor alegría del Señor es ver ocurrir en la vida de Sus hijos lo que Él soñó para cada uno de ellos.
Cuando nos entregamos en las manos de Dios, no imaginamos la altura del sueño del Señor sobre nosotros. ¿Santa Teresa del Niño Jesús imaginaba lo que iba ser? ¿En se convertiría para la juventud?
¡La cantidad de Iglesias, diócesis y ciudades consagradas a ella es impresionante! Teresa, que fue para el Carmelo con quince años y allá permaneció por solo nueve años, ¿podría imaginar la extensión del sueño de Dios para ella? ¡Que santidad de vida! ¡Tu no eres menos amado que Santa Teresa!
Yo no imaginaba la amplitud de sueño de Dios para mí, así como tu no imaginas la dimensión del sueño de Él para ti. ¡El Señor tiene mucho que hacer contigo! Eliseo jamás podría imaginar lo que Él haría por medio de manos de Elías.
Elias luego tomó su manto, se enrolló y golpeó con él en las aguas, que se dividió para los dos lados, de forma que ambos pasaran a pie por lo seco. Después que pasaran, Elías dijo a Eliseo: “Pide lo que quieres que haga por ti, antes que sea quitado de contigo. Y dijo Eliseo: Ruégote que las dos partes de tu espíritu sean sobre mí” (2Rs 2, 8-9).
Antiguamente, cuando un padre dividía su herencia entre sus hijos, para el primogénito era dada una porción dupla de la herencia. Dios quería distribuir el Espíritu Santo que estaba en Elias a todos los discípulos. Pero, Eliseo, sintiéndose tan pequeño, tan incapaz, pidió una parte dupla.
“Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será así hecho; mas si no, no. Y aconteció que, yendo ellos hablando, he aquí, un carro de fuego con caballos de fuego apartó á los dos: y Elías subió al cielo en un torbelino. Y viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de á caballo! Y nunca más le vió, y trabando de sus vestidos, rompiólos en dos partes. Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y paróse á la orilla del Jordán. Y tomando el manto de Elías que se le había caído, hirió las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo del mismo modo herido las aguas, apartáronse á uno y á otro lado, y pasó Eliseo. Y viéndole los hijos de los profetas que estaban en Jericó de la otra parte, dijeron: El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo. Y viniéronle á recibir, é inclináronse á él hasta la tierra” (2Rs 2,010-15).
Si entregamos lo que somos y lo que tenemos al Señor, Él tomará una porción doblada del Espíritu Santo y la derramara sobre nosotros.
La demostración de que realmente el Espíritu de Dios, que actuaba en Elias, reposó sobre Elíseo, fue él pasar a desafiar en el poder de Dios, así como su maestro Elías. Comenzó a utilizar los carismas, a realizar los prodigios como su maestro. Si Elías resucitó uno, Elíseo resucitó dos. Todo lo que Elías hizo, Elíseo hizo en doblo. Comprueba eso en su Biblia. Esta en el segundo libre de Reyes, a partir del capítulo tres.
Es eso que Jesús quiere hacer con nosotros. Existe una multitud que necesita de Él, que necesita ser rescatada y salva. Hoy, el Señor necesita de cada uno de nosotros, como en aquel tiempo necesito de Elíseo. Él necesita de mí y de ti llenos del Espíritu Santo.
No quiera menos. Así como Elíseo pidió porción doblada del Espíritu Santo, pídelo también. El mismo Espíritu que guió los profetas es lo mismo que nos he dado ahora. El mismo Espíritu que estaba con Jesús y en Él actuá, es el Espíritu que nos he dado. Por eso, reza pidiendo al Padre para darle una proporción doblada del Espíritu Santo:
“Sí, el Padre, es eso que yo pido para mí y para todos los míos. Derrama, Señor, una proporción, una proporción doblada de Tu Espíritu Santo, para que realicemos maravillas con la profesión que el Señor nos dio, para que realicemos prodigios con los instrumentales que el señor puso en nuestras manos. Danos, Señor, proporción doblada de Tu Espíritu, para que suceda en nuestra vida lo que ocurre en la vida de los santos, por causa de la necesidad de Tu pueblo. Aquí Tu siervo, hágase en mi según Tu voluntad. ¡Amen!”.
Artículo tomado del libro ‘El Espíritu sopla donde quiere’, de monseñor Jonas Abib
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