En éste momento invito a mi ángel de la guarda a entenderse con el tuyo, para que nuestra comunicación sea profundamente curativa y liberadora en el poder del Espíritu Santo.
Esto que acabo de expresar no es algo de mi autoría. Lo aprendí de un santo, de San Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia. Hombre de profunda vida interior, uno de los patronos de la imprenta y gran guía espiritual de las alamas, él nunca comenzaba una predicación sin antes mirar a toda la asamblea para, solemnemente, invitar a su ángel a entenderse con su interlocutor, para que su comunicación fuese toda en el Señor, por el poder del Espíritu, bajo la intercesión de María.
Ahora bien, en éste momento quiero presentarte tres remedios para que los combatientes en la oración permanezcan firmes y alcancen la gracia y la liberación propia y de los suyos: Eucaristía, María y Santidad. No precisa beber con moderación pues le van a hacer muy bien! Cuanto más beban y cuantos den de beber de esos remedios, más vas a ganar. El mundo tiene remedio, es Dios.
Dicen que la familia no tiene remedio, pero yo te digo que mi familia tiene remedio y la tuya también: es Nuestro Señor Jesucristo. Hay combatientes que quedan "ah porque yo estoy frágil, débil... ah, porque yo estoy esto... porque yo..." Y olvidan el más grande remedio para los frágiles y para que no nos volvamos más "flacos", el mayor remedio es la Eucaristía. Es la máxima oración, la oración por excelencia.
En el libro "combatientes en la oración", escribimos que toda Misa es de sanación. Aun cuando el padre no es participante de la renovación, aún cuando no se hable de sanación, toda la Celebración Eucarística es de sanación, por eso es llamado el Santísimo Sacramento, el sacramento de los sacramentos. Uno de los títulos con que el Catecismo de la Iglesia Católica da a la Eucaristía es "remedio de la inmortalidad" Lo que esa mesa de cirugía no hace por ti, ningún otro lugar lo hará. Todo viene del altar.
Una palabra de Thomas de Kempis, autor del libro "Imitación de Cristo", que formó muchos santos dice: "La Eucaristía es la salud del alma y del cuerpo, remedio de toda enfermedad espiritual, cura los vicios, reprime las pasiones, vence y debilita las tentaciones, comunica mayor gracia, confirma la virtud naciente, confirma la fe, fortalece la esperanza, inflama y dilata la caridad".
La Eucaristía es como un vehículo de tres ruedas: Misa, comunión y adoración. Sacrificio, banquete y presencia. Y, en ése vehículo, yo llevo mi familia entera, los vivos, los muertos, mi árbol genealógico, mi familia espiritual, aquellos que se recomiendan a mis oraciones. Por lo tanto, nunca vayas a misa sin colocar a la familia entera dentro del "auto" de la Eucaristía.
Amados hermanos, para tener la gracia del banquete eterno vale todo!
Has todo el esfuerzo posible, ve arrastrándote si fuese preciso, pero no sueltes la mano de Dios que no suelta la tuya.
El segundo remedio es María. Quien más cerca de Dios está que ella? La devoción a Nuestra Señora es un remedio para que muchos males no caigan sobre nosotros. Y si algún mal cae, María es también remedio para ser curados de esos males. Pues yo les digo, así como el nombre de Jesús coloca miedo en el infierno, el nombre de María coloca miedo en el dañino. El nombre de Ella, así como el de Jesús, es una oración. Solo de oír esos nombres muchas sanaciones acontecen, hasta el enemigo huye afuera al ser proclamado cualquiera de ellos. Pienso con que labios María decía "Jesús" y con qué labios Jesús decía "María"!
La Eucaristía es el gran remedio y quien nos ayuda a llegar hasta él es Nuestra Señora.
San Francisco de Sales, cuya devoción por Nuestra Señora era muy grande tenía un genio muy fuerte, era de un temperamento colérico casi puro. Y el era tan agitado, que muy rápido le sangre le subía a la cabeza. Por escribir mucho, en su escritorio encontraron después de su muerte, marcas de arañazos debajo de la mesa. Para no pelear con nadie, el arañaba todo el escritorio, de manera que sus nervios no quedasen a flor de piel. Pero una devoción le era singular: a la Madre de Dios. Le amaba tanto que fundó la orden de la visitación. En esa congregación iría a estar un día, Santa Margarita de Alacoque, que recibió los secretos del Sagrado Corazón de Jesús.
Pasado un tiempo apareció San Juan Bosco que fundo una congregación conocida como "Salesianos" en homenaje a San Francisco de Sales. Pasan los siglos y un padre salesiano, con la misma devoción a María, quería generar hombres nuevos para el mundo nuevo: monseñor Jonas Abib. El lema de él es el mismo de San Francisco de Sales: "hecho todo para todos". Así como Don Bosco, monseñor Jonas dice: "En Canción Nueva, fue ella (maría) quien todo hizo". Las devociones y los devotos están muy ligados.
El tercer remedio para la sanación y la liberación es la santidad. Después de haber hablado del Santo y de los santos, después de haber hablado de la Santísima Virgen maría, vamos a hablar de cuando la búsqueda de la santidad sana, de cuando los santos curan. ¿Sabes como San Francisco de Sales, tan rabioso, es conocido en la Iglesia? Como el santo manso. Entonces, imagina cuanto él debió luchar y doblarse para entrar en el cielo!
Chesterton, escritor ingles, decía lo siguiente: "El santo es un medicamento, porque él también es un antídoto. Por eso, muchas veces, un santo es un mártir, pues, por ser un antídoto, el es procurado para restaurar la sanidad del mundo". Pero, muchas veces, un santo es mal comprendido. "El Santo no es lo que las personas quieren, sino es lo que las personas necesitan" (Chesterton). Las personas no gustan de los remedios, pero remedios con gusto feo son buenos. El santo es una paradoja de la historia.
Adaptación al español sobre una transcripción en português de Aline Carbonari.
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