“En la parroquia, en la misa, los sacramentos, todos son iguales, porque tienen el mismo Señor Jesús y la misma mamá, María. ¿Cómo acoger a todos? Piensa en un sacerdote que no acoge a todos. ¿Qué consejo debería darle el Papa? ¡Cierre la puerta de la iglesia, por favor: o todos o nadie! Pero pensemos en un sacerdote que se defiende: "No padre, no es así, no puedo aceptar a todos porque no son capaces de entender". ¡Eres tú el que no es capaz de entender! Lo que debe hacer el sacerdotees ayudar a todos a entender. Comprender la fe, el amor, cómo ser amigos, las diferencias, como se complementan las cosas, cómo uno puede dar una cosa y otro, otra. Esto es ayudar a entender. He utilizado dos palabras hermosas: acoger y escuchar. Acoger, es decir, recibir a todos. Recibir a todos, ¡todos! Y escuchar a todos”
12 de junio de 2016
La primera pregunta era muy, muy rica. Muy rica. Y hablaba de la diversidad. Todos somos diferentes. No hay uno que sea igual a otro. Y hay algunas diferencias grandes, otras más pequeñas, pero todos somos diferentes. Y ella, la chica que hizo la pregunta, antes, dijo: "Muchas veces tenemos miedo de la diversidad". Hay miedo. ¿Por qué? Porque ir al encuentro de una persona que tiene una diversidad, no digamos fuerte pero sí grande, es un desafío. Y todo reto nos da miedo. Es más cómodo no moverse, es más cómodo ignorar la diversidad y decir "somos todos iguales, y si alguien no es igual, hagámoslo a un lado, no vamos a su encuentro". Es el miedo que nos da todo desafío: todos los retos nos asustan, nos causan miedo. Nos vuelven un poco miedosos. ¡Y no! Las diferencias son justamente riqueza, porque yo tengo una cosa, tú tienes otra y con estas dos hacemos una cosa más hermosa y más grande. Y así podemos seguir adelante.
Y así pensamos en un mundo donde todos sean iguales. Sería un mundo aburrido. Un mundo aburrido. Es cierto que hay diversidades que son dolorosas, todos lo sabemos, las que tienen su raíz en una enfermedad... pero también esas diferencias nos ayudan, nos desafían y nos enriquecen. Por eso, jamás debemos tener miedo de la diversidad, porque es justamente el camino para mejorar. Para ser más bellos y más ricos.
Y ¿cómo se hace esto? Poner en común lo que tenemos. Ponerlo en común. Hay un hermoso gesto que los seres humanos tenemos, un gesto que hacemos casi de manera inconsciente, pero que es un gesto muy profundo: estrecharse la mano. Cuando estrecho tu mano, pongo lo que tengo en común contigo. Si se trata de un apretón de manos sincero, yo te voy a dar la mía y tú me das la tuya. Y esto es algo que nos hace bien a todos.
Seguir adelante con las diversidades. Porque las diversidades son un reto, pero nos hacen crecer. Nos hacen crecer. Y pensar que cada vez que estrecho la mano a otro, doy algo mío y recibo algo suyo. Y esto también nos hace crecer. Esto es lo que me viene responder a la primera pregunta, gracias.
Se me olvidó algo en la primera pregunta, pero respondo ahora con esta respuesta que dio Serena. Pero Serena me pone en dificultades. Porque si digo lo que pienso... Y hablé poco, tres o cuatro líneas. Pero lo he dicho fuerte. Serena habló de una de las cosas más feas, lo más feo que hay entre nosotros: la discriminación. Es una cosa feísima. "No eres como yo, tú vete más allá y yo me quedo aquí". Pero yo quisiera hacer la catequesis, pero en esta parroquia no. Esta parroquia es para los que son iguales, donde no hay diferencias... ¿es bueno o no? ¿Qué debe hacer el párroco? ¡Convertirse! Es cierto que si quieres hacer la Comunión, debes tener una preparación, pero si no sabes este idioma - tal vez eres sordo -debe tener la oportunidad, en esta parroquia, de prepararte con el lenguaje de los sordos. Eso es importante.
Si eres diferente, también tú tienes la oportunidad de ser lo mejor posible. ¡Y eso es verdad! La diversidad no dice que los que tienen los cinco sentidos funcionando bien son diferentes del sordomudo: esto no es cierto. Todos tenemos la misma oportunidad de crecer, de ponernos en marcha, de amar al Señor, de comprender la doctrina cristiana. Todos tenemos la misma oportunidad de recibir los sacramentos, ¿entendido?
Cuando, hace muchos años, hace cien años o más, el Papa Pío X dijo que se debía dar la comunión a los niños, muchos se escandalizaron. "Pero el niño no entiende, es diferente. No entiende plenamente". Dad la comunión a los niños, dijo el Papa, e hizo de una diferencia una igualdad. Porque él sabía que el niño entiende de otra manera, y cuando hay diferencias entrenosotros, se entiende de otra manera. También en las escuelas, en los barrios, cada uno tiene su propia riqueza. Es diferente, es como si hablara otro idioma, pero es diferente. Es diferente porque se expresa de una manera diferente, y esto es una riqueza.
Por eso, lo que dijo Serena sucede tantas veces, es una de las cosas más feas en nuestras ciudades, en nuestras vidas: la discriminación. Con palabras ofensivas, incluso. Y no se puede ser discriminados.
Cada uno de nosotros tiene una manera de conocer las cosas, que es diferente. Uno conoce en cierto modo, uno en otra. Pero todo el mundo puede conocer a Dios. [Una niña se levanta de la audiencia y comienza a subir las escaleras hasta el Papa, que deja de hablar] Ven, ven, ven... Esta es valiente, no tiene miedo, se arriesga. Y nos da una lección. Ella nunca será discriminada, se sabe defender sola.
En la parroquia, en la misa, los sacramentos, todos son iguales, porque tienen el mismo Señor Jesús y la misma mamá, María. [Una segunda niña llega donde el Papa, lo besa y se sienta a sus pies junto a la primera]. ¿Cómo acoger a todos? Pero, si tú - no digo a ti, que sé que acoges a todos, sino que lo digo a todos - piensa en un sacerdote que no acoge a todos. ¿Qué consejo debería darle el Papa? ¡Cierre la puerta de la iglesia, por favor: o todos o nadie!
Pero pensemos en un sacerdote que se defiende: "No padre, no es así, no puedo aceptar a todos porque no son capaces deentender". ¡Eres tú el que no es capaz de entender!
Lo que debe hacer el sacerdote, ayudado por laicos, catequistas y por tanta gente, es ayudar a todos a entender. Comprender la fe, el amor, cómo ser amigos, las diferencias, como se complementan las cosas, cómo uno puede dar una cosa y otro, otra. Esto es ayudar a entender. He utilizado dos palabras hermosas: acoger y escuchar. Acoger, es decir, recibir a todos. Recibir a todos, ¡todos! Y escuchar a todos.
Os digo una cosa. Hoy creo que en el trabajo pastoral de la Iglesia se hacen tantas cosas bellas, tantas cosas buenas. Pero hay una cosa que tiene que hacerse más, incluso los sacerdotes y los laicos, pero sobretodo los sacerdotes: el apostolado de la oreja, escuchar. "Pero padre, es aburrido escuchar, son siempre las mismas historias". Pero no son las mismas personas, y el Señor se encuentra en el corazón de todas las personas. Y debes tener la paciencia de escuchar, acoger y escuchar.
Creo que con esto he respondido a las preguntas. Yo había preparado un discurso, el prefecto va a entregarlo para que sea conocido por todos [se encuentra a continuación, ndr]. Leer un discurso es un poco aburrido. Hay un momento, estad atentos: cuando alguien empieza a leer un discurso, un poco... Con un poco de ingenio, empiezas a mirar el reloj, como diciendo “¿cuándo acabará de hablar este?". El discurso es para leer, o leedlo vosotros. Muchísimas gracias por esta visita, por esta belleza de las diversidades que hacen comunidad. Uno a partir del otro, el otro a partir de uno. Muchas gracias y rezad por mí.
Francisco
El Papa Francisco recibió en audiencia a los participantes en el Congreso "¡... Y siempre comerás en mi mesa!", promovido por el sector de catequesis de las personas con discapacidad de la Oficina Catequística Nacional Italiana en el aula Pablo VI, el sábado 11 de junio por la mañana. Decidió no pronunciar el discurso preparado que entregó al final del acto y quiso responder improvisando, a dos preguntas formuladas por dos niñas con discapacidad: "el apretón de manos es comunión, pero muchos piensan que es más conveniente hacer caso omiso de la diversidad". Para los sacerdotes que no escuchan, propone "una pastoral de los oídos". A continuación el texto completo del discurso improvisado contestando las preguntas y debajo el que no pronunció:
La primera pregunta era muy, muy rica. Muy rica. Y hablaba de la diversidad. Todos somos diferentes. No hay uno que sea igual a otro. Y hay algunas diferencias grandes, otras más pequeñas, pero todos somos diferentes. Y ella, la chica que hizo la pregunta, antes, dijo: "Muchas veces tenemos miedo de la diversidad". Hay miedo. ¿Por qué? Porque ir al encuentro de una persona que tiene una diversidad, no digamos fuerte pero sí grande, es un desafío. Y todo reto nos da miedo. Es más cómodo no moverse, es más cómodo ignorar la diversidad y decir "somos todos iguales, y si alguien no es igual, hagámoslo a un lado, no vamos a su encuentro". Es el miedo que nos da todo desafío: todos los retos nos asustan, nos causan miedo. Nos vuelven un poco miedosos. ¡Y no! Las diferencias son justamente riqueza, porque yo tengo una cosa, tú tienes otra y con estas dos hacemos una cosa más hermosa y más grande. Y así podemos seguir adelante.
Y así pensamos en un mundo donde todos sean iguales. Sería un mundo aburrido. Un mundo aburrido. Es cierto que hay diversidades que son dolorosas, todos lo sabemos, las que tienen su raíz en una enfermedad... pero también esas diferencias nos ayudan, nos desafían y nos enriquecen. Por eso, jamás debemos tener miedo de la diversidad, porque es justamente el camino para mejorar. Para ser más bellos y más ricos.
Y ¿cómo se hace esto? Poner en común lo que tenemos. Ponerlo en común. Hay un hermoso gesto que los seres humanos tenemos, un gesto que hacemos casi de manera inconsciente, pero que es un gesto muy profundo: estrecharse la mano. Cuando estrecho tu mano, pongo lo que tengo en común contigo. Si se trata de un apretón de manos sincero, yo te voy a dar la mía y tú me das la tuya. Y esto es algo que nos hace bien a todos.
Seguir adelante con las diversidades. Porque las diversidades son un reto, pero nos hacen crecer. Nos hacen crecer. Y pensar que cada vez que estrecho la mano a otro, doy algo mío y recibo algo suyo. Y esto también nos hace crecer. Esto es lo que me viene responder a la primera pregunta, gracias.
Se me olvidó algo en la primera pregunta, pero respondo ahora con esta respuesta que dio Serena. Pero Serena me pone en dificultades. Porque si digo lo que pienso... Y hablé poco, tres o cuatro líneas. Pero lo he dicho fuerte. Serena habló de una de las cosas más feas, lo más feo que hay entre nosotros: la discriminación. Es una cosa feísima. "No eres como yo, tú vete más allá y yo me quedo aquí". Pero yo quisiera hacer la catequesis, pero en esta parroquia no. Esta parroquia es para los que son iguales, donde no hay diferencias... ¿es bueno o no? ¿Qué debe hacer el párroco? ¡Convertirse! Es cierto que si quieres hacer la Comunión, debes tener una preparación, pero si no sabes este idioma - tal vez eres sordo -debe tener la oportunidad, en esta parroquia, de prepararte con el lenguaje de los sordos. Eso es importante.
Si eres diferente, también tú tienes la oportunidad de ser lo mejor posible. ¡Y eso es verdad! La diversidad no dice que los que tienen los cinco sentidos funcionando bien son diferentes del sordomudo: esto no es cierto. Todos tenemos la misma oportunidad de crecer, de ponernos en marcha, de amar al Señor, de comprender la doctrina cristiana. Todos tenemos la misma oportunidad de recibir los sacramentos, ¿entendido?
Cuando, hace muchos años, hace cien años o más, el Papa Pío X dijo que se debía dar la comunión a los niños, muchos se escandalizaron. "Pero el niño no entiende, es diferente. No entiende plenamente". Dad la comunión a los niños, dijo el Papa, e hizo de una diferencia una igualdad. Porque él sabía que el niño entiende de otra manera, y cuando hay diferencias entrenosotros, se entiende de otra manera. También en las escuelas, en los barrios, cada uno tiene su propia riqueza. Es diferente, es como si hablara otro idioma, pero es diferente. Es diferente porque se expresa de una manera diferente, y esto es una riqueza.
Por eso, lo que dijo Serena sucede tantas veces, es una de las cosas más feas en nuestras ciudades, en nuestras vidas: la discriminación. Con palabras ofensivas, incluso. Y no se puede ser discriminados.
Cada uno de nosotros tiene una manera de conocer las cosas, que es diferente. Uno conoce en cierto modo, uno en otra. Pero todo el mundo puede conocer a Dios. [Una niña se levanta de la audiencia y comienza a subir las escaleras hasta el Papa, que deja de hablar] Ven, ven, ven... Esta es valiente, no tiene miedo, se arriesga. Y nos da una lección. Ella nunca será discriminada, se sabe defender sola.
En la parroquia, en la misa, los sacramentos, todos son iguales, porque tienen el mismo Señor Jesús y la misma mamá, María. [Una segunda niña llega donde el Papa, lo besa y se sienta a sus pies junto a la primera]. ¿Cómo acoger a todos? Pero, si tú - no digo a ti, que sé que acoges a todos, sino que lo digo a todos - piensa en un sacerdote que no acoge a todos. ¿Qué consejo debería darle el Papa? ¡Cierre la puerta de la iglesia, por favor: o todos o nadie!
Pero pensemos en un sacerdote que se defiende: "No padre, no es así, no puedo aceptar a todos porque no son capaces deentender". ¡Eres tú el que no es capaz de entender!
Lo que debe hacer el sacerdote, ayudado por laicos, catequistas y por tanta gente, es ayudar a todos a entender. Comprender la fe, el amor, cómo ser amigos, las diferencias, como se complementan las cosas, cómo uno puede dar una cosa y otro, otra. Esto es ayudar a entender. He utilizado dos palabras hermosas: acoger y escuchar. Acoger, es decir, recibir a todos. Recibir a todos, ¡todos! Y escuchar a todos.
Os digo una cosa. Hoy creo que en el trabajo pastoral de la Iglesia se hacen tantas cosas bellas, tantas cosas buenas. Pero hay una cosa que tiene que hacerse más, incluso los sacerdotes y los laicos, pero sobretodo los sacerdotes: el apostolado de la oreja, escuchar. "Pero padre, es aburrido escuchar, son siempre las mismas historias". Pero no son las mismas personas, y el Señor se encuentra en el corazón de todas las personas. Y debes tener la paciencia de escuchar, acoger y escuchar.
Creo que con esto he respondido a las preguntas. Yo había preparado un discurso, el prefecto va a entregarlo para que sea conocido por todos [se encuentra a continuación, ndr]. Leer un discurso es un poco aburrido. Hay un momento, estad atentos: cuando alguien empieza a leer un discurso, un poco... Con un poco de ingenio, empiezas a mirar el reloj, como diciendo “¿cuándo acabará de hablar este?". El discurso es para leer, o leedlo vosotros. Muchísimas gracias por esta visita, por esta belleza de las diversidades que hacen comunidad. Uno a partir del otro, el otro a partir de uno. Muchas gracias y rezad por mí.
Francisco
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