Estimados amigos,
Les doy la bienvenida con motivo del 25 aniversario de la institución del Sector para la Catequesis de los discapacitados de la Oficina de Catequesis Nacional italiana. Un aniversario que estimula a renovar su compromiso para asegurar que las personas con discapacidad sean plenamente acogidas en parroquias, asociaciones y movimientos eclesiales. Doy gracias por las preguntas que me habeis hecho, y que muestran su pasión en este ámbito de la pastoral. Se requiere un enfoque doble: la conciencia de la educabilidad en la fe de la persona con discapacidades, incluso graves y muy graves; y la voluntad de considerarla como sujeto activo en la comunidad en la cual vive.
Estos hermanos y hermanas - como incluso lo demuestra este Congreso - no sólo son capaces de vivir una experiencia genuina de encuentro con Cristo, sino que también son capaces de testimoniarla a los demás. Se ha hablado mucho del cuidado pastoral de las personas con discapacidad; hay que seguir adelante, por ejemplo, reconociendo mejor su capacidad apostólica y misionera, y primero y ante todo, reconociendo el valor de su "presencia" como personas, como miembros vivos del Cuerpo eclesial. En la debilidad y fragilidad se esconden tesoros capaces de renovar nuestras comunidades cristianas.
En la Iglesia, gracias a Dios, se registra una difundida atención a la discapacidad en sus formas física, mental y sensorial, y una actitud generalizada de acogimiento. Sin embargo, nuestras comunidades aún se luchan con esfuerzo por practicar una verdadera inclusión, una participación plena que se vuelva finalmente ordinaria, normal. Y esto requiere no sólo de técnicas y programas específicos, sino ante todo, del reconocimiento y la aceptación de los rostros, tenaz y paciente certeza de que cada persona es única e irrepetible, y cada rostro excluido es un empobrecimiento de la comunidad.
También en esta área, es fundamental la implicación de las familias, que piden no sólo ser aceptadas, sino también ser estimuladas y alentadas. Nuestras comunidades cristianas han de ser "hogares" dónde todo sufrimiento encuentre compasión, en las cuales toda familia con su carga de dolor y fatiga pueda sentirse comprendida y respetada en su dignidad. Como he señalado en la exhortación apostólica Amoris laetitia, "la atención dedicada tanto a los migrantes como a las personas con discapacidades es un signo del Espíritu. Porque ambas situaciones son paradigmáticas: ponen especialmente en juego cómo se vive hoy la lógica de la acogida misericordiosa y de la integración de los más frágiles"(n 47).
En el camino de la inclusión de las personas con discapacidad ocupa naturalmente un puesto decisivo su admisión en los Sacramentos. Si reconocemos la peculiaridad y la belleza de su experiencia de Cristo y de la Iglesia, debemos, en consecuencia, indicar claramente que están llamados a la plenitud de la vida sacramental, incluso ante la presencia de graves disfunciones psíquicas. Es triste constatar que en algunos casos siga habiendo dudas, resistencias e incluso rechazos. A menudo se justifica la negativa diciendo: "si de todos modos, no entienden", o: "No lo necesitan". En realidad, con dicha actitud, se muestra no haber comprendido el significado de Sacramentos mismos, y de hecho se niega a las personas con discapacidad el ejercicio de su filiación divina y la plena participación en la comunidad eclesial.
El Sacramento es un don y la liturgia es vida: antes de ser entendido racionalmente, pide ser vivido en la especificidad personal y eclesial. En este sentido, la comunidad cristiana está llamada a trabajar para que todo bautizado pueda experimentar a Cristo en los sacramentos. Por lo tanto, ha de ser una viva preocupación de la comunidad hacer de tal manera para asegurarse de que las personas discapacitadas pueden experimentar que Dios es nuestro Padre y nos ama, que tiene predilección por los pobres y los pequeños a través de los actos simples y cotidianos de amor de que son destinatarios. Como se indica en el Directorio General para la Catequesis: "El amor del Padre hacia estos hijos más débiles y la continua presencia de Jesús con su Espíritu dan fe de que toda persona, no importa cuán limitada sea, es capaz de crecer en santidad" (n. 189).
Es importante prestar también atención a la ubicación y a la participación de las personas con discapacidad en las asambleas litúrgicas: estar en la asamblea y dar su propio aporte a la acción litúrgica con el canto y con gestos significativos, contribuye a sostener el sentido de pertenencia de cada uno. Se trata de hacer crecer una mentalidad y un estilo que proteja de los prejuicios, exclusiones y marginaciones, favoreciendo una efectiva fraternidad en el respeto de la diversidad, apreciada como valor. Queridos hermanos y hermanas, os agradezco por todo lo que habéis hecho en estos veinticinco años de trabajo al servicio de comunidades cada vez más acogedoras y atentas a los últimos. Seguid adelante con perseverancia y con a ayuda de Nuestra Madre, María Santísima. Rezo por vosotros y os bendigo de corazón; y vosotros también, por favor, rezad por mí.
Francisco
(discurso no pronunciado en Congreso con personas con discapacidades - Publicado por Vaticano)
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