XXV Domingo del Tiempo Ordinario
A veces nuestro Señor dice cosas sorprendentes. Por ejemplo, cuando elogia al administrador astuto en el Evangelio de hoy no lo hace por el dudoso proceder de éste, sino por ser previsor. Ante la necesidad de buscarse otra fuente de sustento, el administrador se priva de su propia comisión para favorecer a los deudores de su patrón y así ayudarse a sí mismo, porque ellos le devolverían el favor cuando él lo necesitara.
El Señor nos recuerda que nosotros también tendremos que pasar a otra situación: de esta vida a la próxima, porque aquí no tenemos un hogar permanente. Lo que debemos hacer es usar nuestros recursos no sólo en beneficio propio, sino también de nuestro prójimo.
Bien sabemos que el trato que demos a los demás en esta vida determinará el trato que recibamos nosotros en la próxima, y los bienes materiales pueden ayudarnos a asegurarnos un buen futuro. Todos necesitamos dinero para vivir y sustentar a nuestras familias. Pero ¡cuidado! porque quien es avaro con el dinero puede incurrir en deshonestidad e injusticia. El que traslada a Dios de la bóveda celeste a la bóveda de su banco se crea un grave problema, porque el dinero pasa a ser el objetivo principal de su vida en perjucio de su salud espiritual.
Entonces, hay tres cosas que conviene llevar en el equipaje de la vida: Una brújula, para avanzar en la dirección correcta hacia Dios y hacia los demás. Porque si en nuestra vida no están presentes ni Dios, ni los principios y valores morales, ni la preocupación por el prójimo, quiere decir que vamos a la deriva.
También una balanza, para lograr el equilibrio correcto de justicia en el trato con nuestros semejantes, es decir, ser honestos en todo.
Estas dos cosas, más la generosidad, son tres elementos útiles que nos serán útiles en el viaje hacia nuestro hogar celestial.
“Señor Jesús, quiero servirte a ti con todo mi corazón, mi alma y mi mente, y no al dinero. Abre mis ojos, para ver la realidad y corregir lo que tenga que corregir.”Amós 8, 4-7
Salmo 113(112), 1-2. 4-8
1 Timoteo 2, 1-8
fuente:Devocionario católico la palabra con nosotros
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