martes, 6 de septiembre de 2016

Meditación: Lucas 6, 12-19


“Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios.” (Lucas 6, 12)

Al Señor le encantaba orar. El tiempo que pasaba en comunión con el Padre era su fuente de vida, paz y fortaleza y no hacía nada sin consultar a su Padre en la oración.

En efecto, antes de escoger a los doce que iban a ser sus apóstoles, se pasó toda la noche en oración con el Padre. Luego, cuando descendió de la montaña con ellos, la presencia de Dios en Jesús era como una fuerza magnética que atraía a las multitudes. Reconocían en él la presencia del Altísimo y querían estar a su lado. Al más leve toque de su mano, las enfermedades quedaban curadas y los demonios eran expulsados. Todo esto era resultado de la profundidad y la constancia de su unión con el Padre en la oración.

El Evangelio de San Lucas, más que ningún otro, pone énfasis en la importancia que la oración tenía para Cristo. Era frecuente que él se pasara largas horas rezando e instaba a sus seguidores a ser también hombres y mujeres de oración, porque ese es el medio por el cual Dios nos llena de su vida, su amor y su poder, para que así podamos mantener la paz, la alegría y la confianza en su voluntad. Con la oración se desvanece la angustia, porque nos ponemos en contacto con Dios, que es absolutamente digno de confianza. En realidad, es imposible ocultar el resultado de lo que el Señor hace en nuestra vida cuando perseveramos en la oración. Es una fuerza que irradia del cristiano e ilumina el mundo.

La vida de oración de Jesús era profunda y producía gran impacto dondequiera que él iba. Del mismo modo, si nosotros perseveramos en la oración día tras día, nuestra vida tendrá efectos en la sociedad y otros se interesarán en conocer las razones de nuestra paz y alegría. Dios nos escuchará y nos responderá cuando oremos por los enfermos y los necesitados. Por esto, es imprescindible que cada día dediquemos tiempo nada más que a dialogar con el Señor. La unión con Jesús a través de la oración sincera y fervorosa era el secreto de los apóstoles y de todos los cristianos. Si los imitamos lograremos los resultados iguales o parecidos.
“Señor, ayúdame a buscarte cada día en la oración. Revélame la plenitud de tu amor y tu vida, y permite que el poder transformador de tu gracia se refleje en mis acciones para bendecir a mis familiares, amigos y conocidos.”
1 Corintios 6, 1-11
Salmo 149, 1-6. 9

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario