viernes, 9 de septiembre de 2016

Meditación: Lucas 6, 39-42



San Pedro Claver

A muchos les gusta sentirse superiores y corregir a los demás o darles consejos, aun cuando no tengan mucho que ofrecer. Según la seriedad del tema, esto puede tener consecuencias nefastas, como cuando “un ciego guía a otro ciego”. ¡Los dos tropiezan y caen!

Como lo indica el Señor en el Evangelio de hoy, hay mucha gente propensa a dar consejos que nadie les ha solicitado y a veces equivocados en materias espirituales o de moral. Nos parece tan evidente que alguien tiene que cambiar de conducta o actitud que nos cuesta refrenarnos. Pero cuando se trata de nosotros mismos, no lo vemos tan claro, porque conocemos la situación completa.

A esto se refería el Señor cuando dijo a sus seguidores que antes de tratar de quitar la “paja” del ojo de tu hermano tienes que quitarte la “viga” que tú llevas en el tuyo (Lucas 6, 41-42) para que veas claramente la situación, y para que no seas un ciego que guía a otro ciego.

Entonces, ¿qué hemos de hacer? ¿Esperar a ser santos antes de ayudar a otros? No; nadie jamás ayudaría a nadie. Pero sí debemos continuar ayudando a quienes Dios ponga en nuestro camino. Al mismo tiempo, nos conviene hacernos un examen de conciencia para que el Señor nos conceda a nosotros un mejor arrepentimiento y cambio de vida. Con el salmista, oremos: “Júzgame tú, Señor, pues tus ojos miran al que es honrado. Examina mi corazón, revísalo de noche, pruébame a fuego y no hallarás malicia en mí” (Salmo 17, 3).

Cuando creas que puedes hablar del Señor en tu casa, tu parroquia o el trabajo, no apartes tu mirada de Jesús. El Señor, como Siervo Sufriente, aceptó todo el dolor y la maldad del pueblo de Dios, incluso hasta el extremo de morir en la cruz, a fin de salvar a muchos. Tan desinteresado era su amor que entregó hasta su último aliento, no pidiendo castigo para los pecadores, sino para que fuéramos perdonados. Jesús disipó la oscuridad del amor egoísta con la luz de la entrega de sí mismo, y por su Espíritu Santo, puede darnos fuerzas a nosotros, los creyentes, para hacer lo mismo hoy.
“¡Oh, Jesús, cuánto nos amas que viniste a redimirnos y no a juzgarnos! Ayúdanos a ser servidores humildes, como tú, y enséñanos a ser testimonios vivos del amor que tan generosamente nos demostraste.”
1 Corintios 9, 16-19. 22-27
Salmo 84(83), 3-6. 12

fuente:Devocionario católico la palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario