viernes, 16 de septiembre de 2016

Meditación: Lucas 8, 1-3


Santos Cornelio y Cipriano

La generosidad auténtica brota de los corazones que están llenos de gratitud. San Lucas menciona a algunas mujeres que seguían a Jesús y lo atendían voluntariamente con sus propios medios, con gratitud y generosidad. ¿Quiénes eran estas mujeres? Los datos que leemos en los evangelios son muy escuetos. Dos de ellas eran María Magdalena, que había llevado una vida problemática antes de que Jesús la liberara y que tuvo el privilegio de ser la primera en verlo resucitado, y Juana, mujer del tesorero del rey Herodes, vale decir, una dama acomodada de la corte real. ¡Estas dos mujeres jamás se habrían conocido en otras circunstancias!

¿A qué se debió que estas personas tan dispares hicieran amistad y sirvieran con lealtad a Jesús? Obviamente, el propio Cristo y su mensaje del Reino de Dios las había transformado. A diferencia de los apóstoles, que en alguna ocasión buscaron posiciones de prestigio, ellas no pidieron reconocimiento alguno. Jesús las había transformado profundamente y por eso no dudaban en realizar las tareas más humildes y sencillas para atenderlo a él, el Señor de su vida.

¿Te pareces tú, hermano o hermana, a los apóstoles, deseosos de obtener cierta ventaja personal, o a las mujeres servidoras, que se llenaban de gozo atendiendo al Señor con gratitud y generosidad? La naturaleza contaminada por el pecado que tenemos nos lleva a desear que nos sirvan y buscar los primeros lugares, y a nadie se le ocurre desear el lugar inferior de un criado, que atiende primero a los demás antes que a sí mismo. Estas mujeres, que se dieron por completo a servir a Jesús, son un magnífico ejemplo de la obra transformadora que Dios quiere hacer en sus hijos.

En realidad, todos estamos llamados a servir a Jesús de corazón y con gratitud. Por ejemplo, en la familia, los esposos, padres o hijos, todos hemos de servirnos mutuamente unos a otros con generosidad y alegría. Del mismo modo, también deberíamos participar en actividades de servicio en la parroquia, en el trabajo y en la comunidad. Si actúas con fe y confianza, el Señor te dará la capacidad de actuar de la manera correcta y tratar a los demás con amor y bondad.
“Amado Jesús, tú viviste sirviendo y entregándote por entero. ¿Cómo puedo yo retribuirte por todo lo que has hecho por mí? Enséñame, Señor, a servir y vivir de un modo que sea grato a tus ojos.”
1 Corintios 15, 12-20
Salmo 17(16), 1. 6-8. 15

fuente:Devocionario católico la palabra con nosotros

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