sábado, 17 de septiembre de 2016

Meditación: Lucas 8, 4-15



San Roberto Belarmino

Para que viendo no vean y oyendo no entiendan. (Lucas 8, 10)

Palabras desconcertantes de Jesús, ¿verdad? ¿Dijo realmente el Señor que la razón por la cual decía las parábolas era para que la gente no entendiera? ¡Claro que no! Jesús quería que su enseñanza llegara a todos. Las parábolas son situaciones hipotéticas tomadas de la vida real y más fáciles de entender que los conceptos abstractos. Como la mayoría de sus oyentes no eran versados en la Sagrada Escritura, les contaba historias simples con las que se podían identificar, como la parábola del hijo pródigo, para que su enseñanza les llegara al corazón.

La parábola del sembrador es particularmente elocuente, porque habla de la Palabra de Dios, que “tiene vida y poder” (Hebreos 4, 12). Jesús insistía en la necesidad de escuchar y obedecer. Si uno habla y los demás no le escuchan, uno puede decirles que no están escuchando y seguramente pondrán más atención. Ahora, dado que esta parábola se refiere precisamente a la importancia de escuchar, lo más probable es que pongamos más atención y así lleguemos a ser una “tierra” que produce fruto abundante.

Entonces, ¿cómo sabemos si tenemos los oídos abiertos? Lo sabemos cuando la palabra que oímos produce un efecto positivo y cambia nuestra vida, porque todo el objetivo de la parábola es exhortarnos a escuchar y obedecer la Palabra de Dios. De hecho el término “escuchar” implica tanto oír como captar, analizar y reflexionar sobre lo escuchado.

Hoy en su momento de oración, hágase una “prueba de audición.” Lea lentamente la parábola en voz alta, pidiéndole al Espíritu Santo que le ayude a captar el sentido. Ponga atención para ver si el Espíritu le dice “Para ahí. Pon atención.” Tal vez algo que lea le despierta la conciencia, o le infunde un sentido de entusiasmo, esperanza o entendimiento.

Sea como sea, deje que esa palabra eche raíces y que el pensamiento se traduzca en una acción concreta. Luego, anote lo que le parece haber escuchado y trate de cumplirlo. Haga lo que esté de su parte para ponerlo en acción “con un corazón bueno y dispuesto” y verá que así la “buena tierra” de su corazón dará un fruto maravilloso en su vida (Lucas 8, 15).
"Señor, ayúdame a ser un servidor fiel y obediente que te escuche con atención, no sólo con mis oídos, sino también con todo mi corazón.”
1 Corintios 15, 35-37. 42-49
Salmo 56(55), 10-14

fuente:Devocionario católico la palabra con nosotros

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