Otro sábado, entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo. Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: "Levántate y quédate de pie delante de todos". El se levantó y permaneció de pie. Luego les dijo: "Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada. Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos y amigas:
En el Evangelio de hoy aparece un hombre con una dolencia: tenía el brazo paralizado.
Se me ocurre que además de las parálisis físicas, ese hombre representa a todas aquellas veces en que nos quedamos parados, sin movernos, sin actuar.
Hay una parálisis que viene del cansancio: si hemos trabajado demasiado, es bueno descansar. Aunque hay un cansancio interior que no se cura con el mero descanso.
Hay una parálisis que viene de la decepción: hemos trabajado, lo hemos intentado, y no hemos conseguido nada… Como cuando aquella noche los discípulos habían intentado pescar, sin resultado.
Hay una parálisis que viene por el miedo: cuando algo o alguien nos amenaza, eso nos paraliza y nos impide actuar.
El Señor Jesús viene a curar tu parálisis. Sea la que sea. Porque su Espíritu es fortaleza en el cansancio, aliento en el desánimo y fortaleza en el temor. También hoy te dice: “Extiende el brazo”. Y puedes quedar restablecido.
El Señor Jesús viene a curar tu parálisis… aunque sea “en sábado”.
Tu hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF
Fuente del Comentario Ciudad Redonda
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