martes, 13 de septiembre de 2016

RESONAR DE LA PALABRA 130916

Evangelio según San Lucas 7,11-17. 
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores". Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate". El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo". El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.

RESONAR DE LA PALABRA
Luis Manuel Suarez, cmf
Queridos amigos y amigas:

San Pablo nos ofrece, en la primera lectura de hoy, un buen motivo para reflexionar. Nos habla del cuerpo humano... ¡qué maravilla! Estamos tan acostumbrados… pero no deja de ser maravilloso que tengamos manos para agarrar, y pies para caminar; nariz que huele y ojos que ven; la cantidad de cosas que recibimos desde los oídos… Quizá sólo cuando estamos enfermos o perdemos alguna de esas capacidades, nos damos cuenta de todo su valor.

Y enmarcando esa maravilla tan variada, resulta que hay una unidad en todo el cuerpo. Porque lo que veo, me puede alegrar o entristecer el corazón. Y lo que oigo, puede poner en marcha mis pies, hacia una meta valiosa. Y, sobre todo, porque cualquiera de esos miembros, por separado del cuerpo, no sería nada.

“Así es también Cristo”. Su cuerpo resucitado tiene una continuación en el “cuerpo” que formamos todos los bautizados. Como cualquier cuerpo humano, también somos muchos miembros. Unos más visibles, otros más discretos. Unos con una función, otros con otra… Y lo que le ocurra a un miembro, afecta, para bien o para mal, a todo el cuerpo. Y nada podemos hacer fuera del cuerpo…

Hoy puede ser un día para dar gracias a Dios por la Iglesia. Por ese cuerpo de tantos miembros, de todas las razas, que nos une más allá de nuestro origen. Por todos sus miembros, desde los más mayores que aportan su sabiduría, a los más jóvenes que llegan con su energía. Agradecer la vida de los seglares, presencia de Evangelio en medio de las realidades cotidianas; también la vida de los consagrados y consagradas, que queremos vivir el estilo de vida de Jesús (pobre, casto y obediente) para ser sus testigos en el mundo; y la vida de los ministros ordenados (el Papa, los obispos, los sacerdotes y los diáconos), que sirven a la comunidad cristiana con la Palabra, los sacramentos y la caridad.

Y además de agradecer la Iglesia en general, te invito a que le des gracias a Dios por la Iglesia cercana a ti: las personas de tu familia que te acercaron al Señor, tu comunidad parroquial, aquellos con los que compartes la fe cada domingo… En nuestra diversidad, unidos por el mismo Señor, el mismo bautismo y el mismo Evangelio que vivir y actuar cada día.

Tu  hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF
Comentario publicado por Ciudad Redonda

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