“Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo.” (Lucas 10, 21)
La Iglesia interpreta que el “renuevo del tronco de Jesé” (Isaías 11, 1) se refiere a Jesucristo, nuestro Señor, sobre quien se ha posado el Espíritu Santo con sus siete dones: espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de piedad y temor de Dios. La presencia del Espíritu Santo es siempre fuente de un gozo inefable en el alma del cristiano, y así sucedió desde el principio.
Cuando Jesús vio que la voluntad del Padre se iba cumpliendo, se llenaba de gozo. San Lucas dice que cuando regresaron los setenta y dos discípulos que Cristo había enviado a proclamar el Reino de Dios, venían jubilosos porque su misión había tenido éxito (Lucas 10, 17), y él compartió aquella alegría regocijándose en el Espíritu y dando gracias al Padre.
Al iniciarse el Adviento, alegrémonos nosotros también con el Señor porque sabemos que Dios se revela a sus hijos fieles, los que confían en él y desean recibir su gracia. Para los que se consideran autosuficientes y rehúsan confiarle su vida a Dios, la verdad les permanece velada.
Sabemos que la mayoría de los seguidores de Jesús no eran los educados ni los intelectuales, sino los sencillos, que fueron aprendiendo a través de las dificultades de la vida. Sin ser ingenuos, recibían la gracia divina y deseaban aprender lo que Dios, mediante el Espíritu Santo, les iba enseñando.
San Pedro es un buen ejemplo de la persona deseosa de aprender. Fue discípulo desde el comienzo, pero sólo al final del ministerio del Señor, declaró públicamente que Jesús era el Mesías (Mateo 16, 16). En respuesta, Jesús le dijo: “Esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos.” Pedro quiso recibir la revelación de Dios, y así pudo reconocer y proclamar que Jesús era el Cristo.
¿Qué nos dice el Señor a nosotros? Que no caigamos en la trampa de la autosuficiencia humana y la búsqueda de lo puramente material, sino que tengamos la sencillez y la humildad de reconocerlo a él como Señor y Salvador de nuestra vida.
“Amado Jesús, te pido que me enseñes más de ti. Ayúdame, Señor, a ser fiel a la oración y al estudio de tu Palabra durante este Adviento, para llegar a conocerte cada día mejor.”Isaías 11, 1-10
Salmo 72(71), 1-2. 7-8. 12-13. 17
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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