Presentación de la Santísima Virgen María
Por lo general, las cosas pequeñas pasan desapercibidas: donaciones humildes, sacrificios pequeños, oraciones muy breves, y pareciera que nadie las toma en cuenta. Pero lo que parece pequeño y sin importancia suele ser, muchas veces, el entramado y los detalles finales de las obras maestras: tanto de las grandes obras de arte, como de la obra suprema de la santidad personal.
Por el hecho de pasar desapercibidas esas cosas pequeñas, la rectitud de su propósito está garantizada: no buscamos con ellas el reconocimiento de los demás ni la gloria humana. Solo Dios las descubrirá en nuestro corazón, como solo Jesús se percató de la generosidad de la viuda. La pobre mujer no hizo anunciar su gesto con toque de trompetas y es posible que pasara incluso vergüenza y humillación ante la mirada sarcástica de los ricos, que echaban grandes donativos en el cofre del templo y hacían alarde de ello.
Sin embargo, la generosidad de su empeño la llevó a sacar fuerzas de flaqueza en medio de su indigencia y por eso mereció el elogio del Señor, que lee el corazón de cada persona. La generosidad de esta viuda pobre es una buena lección para todos nosotros, los discípulos de Cristo. Podemos dar muchas cosas, como lo hacían los ricos, pero nada de eso tendrá valor si damos solamente “de lo que nos sobra”, sin amor y sin espíritu de generosidad, sin darnos nosotros mismos.
Dice San Agustín: “[Los sacerdotes] ponían su mirada en las grandes ofrendas de los ricos, y los alababan por ello. Luego vieron a la viuda, pero ¿cuántos entendieron el valor de aquellas dos monedas?… Ella echó todo lo que tenía. Y poseía mucho, pues tenía a Dios en su corazón. Es mucho más valioso tener a Dios en el alma que oro en el arca.” Es cierto: si somos generosos con Dios con lo poco o mucho que tengamos, él lo será mucho más con nosotros y, si confiamos en su divina providencia, él siempre satisfará todas nuestras necesidades.
¿Cuál es la lección? Que hemos de ser generosos al dar nuestra contribución en la colecta de la parroquia, con una conciencia clara de cuánto puede ser ese donativo. Pero al mismo tiempo, estar dispuestos a dar limosna a los pobres que vemos por la calle.
“Amado Jesús, abre mi corazón para ser generoso contigo, en la Iglesia, y también con cuantos me piden ayuda por necesidad.”Apocalipsis 14, 1-3. 4-5
Salmo 24(23), 1-6
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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