viernes, 18 de noviembre de 2016

Meditación: Lucas 19, 45-48


Santa Rosa Filipina Duquesne

Mi casa es casa de oración. (Lucas 19, 46)

Habiendo peregrinado año tras año a Jerusalén para la Pascua hebrea, Jesús conocía muy bien el Templo, incluso pasó tres días allí cuando tenía doce años de edad y no hay duda de que había visto a los comerciantes que cambiaban monedas y vendían un sinnúmero de objetos religiosos en los patios exteriores.

Pero esta vez la visita al Templo fue totalmente diferente. Jesús expulsa a los comerciantes y cambistas que habían practicado allí su comercio durante años y tanto es su celo por la Casa de Dios que realiza una especie de purificación del Templo, permaneciendo en él día tras día predicando y enseñando (vers. 47). ¿Por qué lo hacía?

Hay que revisar un poco la historia de Israel para entender lo que Jesús hizo. Al parecer, los comerciantes habían instalado sus puestos en la parte del Templo donde los gentiles estaban autorizados para rendir adoración al Dios de Israel, pero ese lugar estaba ahora invadido por el ruido y el ajetreo de cambistas y comerciantes. A pocos días de su arresto, Jesús quiso dejar en claro que las autoridades religiosas debían facilitar a todos, incluso a los no judíos, la posibilidad de adorar al Señor. De esta manera daba a entender que su inminente muerte en la cruz derribaría los muros que dividían a judíos y gentiles (v. Efesios 2, 14), porque la salvación alcanzaría a toda la humanidad. Así pues, ¡fuera con los cambistas de dinero y los mesones de comercio!

¡Qué buena noticia para los no judíos! En Jesucristo, todos podemos adorar legítimamente a Dios, y a nadie se le prohíbe acercarse a Dios. El Señor quiere que todos seamos libres de buscarlo y encontrarlo. Jesús, el Templo vivo del Señor, tiene ahora abiertas sus puertas. ¡Pero seguramente nos hemos acostumbrado a que nuestras prácticas litúrgicas y religiosas sean solo para los miembros de la parroquia! Por eso, en lugar de esperar a que los de afuera se decidan a entrar, tal vez nosotros deberíamos salir a buscarlos y decirles que son bienvenidos. Eso es lo que hizo Jesús y nos pide que lo hagamos nosotros también.
“Jesucristo, Señor nuestro, inspira a tu Iglesia para que sea una luz para todos los que te buscan, incluso los no católicos o no cristianos. Enséñanos a ponerte a ti en el centro de todo lo que hace la parroquia.”
Apocalipsis 10, 8-11
Salmo 119(118), 14. 24. 72. 131

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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