Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole": "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo". Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos".
RESONAR DE LA PALABRA
Carlos Latorre, cmf
Buenos días, amigos!
Hemos entrado en el tiempo del Adviento para prepararnos al Nacimiento del Señor. No dejemos pasar en vacío este tiempo de bendición, que tanto bien nos puede hacer.
La palabra Adviento hace referencia a la llegada en carne humana de nuestro Salvador y a su venida al final de los tiempos. Entre estas dos venidas se desarrolla el tiempo de la Iglesia como un constante Adviento de Jesucristo por medio de la acción del Espíritu Santo: llega el Señor a sus fieles a través de su Palabra, se hace presente a su Iglesia para actuar en sus sacramentos, toca a nuestras puertas como hermano necesitado que invoca nuestra solidaridad.
El Señor, pues, vino, viene y vendrá; y la Iglesia en la liturgia nos invita a cultivar las dimensiones morales de vigilancia y acogida ante estas ocasiones de encuentro con Jesús. Las expresiones de «Venga a nosotros tu reino» o «Ven, Señor Jesús», han de ser dichas con mayor énfasis y conciencia en este tiempo de gozosa expectación.
En este lunes escuchamos al profeta Isaías que nos habla de paz y nos dice: “De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra”. Mirando lo que está pasando continuamente ahora en el mundo nos quedamos desconcertados porque vemos qué lejos estamos los humanos de los deseos de nuestro Padre Dios. Y si no hay paz es imposible la vida.
El hombre que pide ayuda a Jesús en el evangelio es un extranjero muy mal visto en Israel en aquella época porque representaba a los romanos que tenían bajo su dominio la tierra de Israel. Jesús se queda admirado ante la confianza que pone este soldado en su poder sanador y exclama: “Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe”. Esta admiración de Jesús ante las palabras del centurión es el reconocimiento del bien, la verdad y la fe presentes en todos los pueblos y son fuente y principio de salvación.
Hoy día el Papa Francisco, siguiendo el ejemplo de Jesús, busca por todos los medios el diálogo con todas las personas y con todas las religiones para alcanzar el bien supremo de la paz para el mundo.
Lector amigo, le invito a preparar con toda ilusión la fiesta de Navidad para que haya un poquito más de paz en el mundo. Sabemos bien que lo que uno prepara con anticipación se disfruta más. Y estas semanas del Adviento justamente tienen ese fin: animar nuestro corazón, fortalecer nuestro espíritu a nivel personal y familiar para que el bien venza siempre al mal. Con el salmo de hoy decimos:
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!
Que la paz del Señor esté siempre con nosotros.
Tu hermano en la fe.
Carlos Latorre
Misionero claretiano
Fuente del comentario CIUDAD REDONDA
No hay comentarios:
Publicar un comentario