viernes, 25 de noviembre de 2016

Meditación: Lucas 21, 29-33


Santa Catalina de Alejandría

Faltaba poco para el sacrificio supremo de Jesucristo, que entregaría su vida para salvar a la humanidad de la muerte eterna. ¿No debía ser esto motivo de enorme regocijo y agradecimiento de nuestra parte? Por supuesto, pero lo que encontraba el Señor, incluso entre sus propios connacionales, era incredulidad, rechazo y persecución.

Y esto es también lo que el Señor advirtió para todos sus seguidores. En efecto, nunca ha sido popular el ser cristiano, porque la verdad de Cristo ilumina y va dejando al descubierto el pecado, la corrupción, las decisiones egocéntricas y las injusticias que el ser humano comete contra sus semejantes, cuando sus razonamientos están determinados por la arrogancia, la ignorancia, el vicio, la prepotencia o la rebeldía, y por lo tanto tiene la mente oscurecida. Como lo dijo el Señor, cuando los que ejercen autoridad viven en la oscuridad de la desobediencia a Dios, son como ciegos que guían a otros ciegos.

En tales circunstancias ¿qué hemos de hacer los cristianos? Simplemente, ser fieles a la voluntad de Dios, llevar una vida recta y confiar en las promesas de protección de Cristo Jesús. Cuando se intensifiquen las persecuciones y sobrevengan tiempos de adversidad, e incluso cuando aumenten las catástrofes y los desastres de todo tipo, lo que hemos de hacer es reconocer que todas esas cosas son indicaciones de que ya se acerca la manifestación final y gloriosa de nuestra salvación.

En la época actual, hay gobiernos que, tratando de ganar aceptación y acomodar cualquier estilo de vida que algunos practiquen, están imponiendo sobre toda la ciudadanía leyes que no solo son contrarias a las verdades de Dios sino que legalizan delitos graves, como el aborto, y promueven conductas antinaturales como las uniones homosexuales.

Los cristianos nos oponemos a estas prácticas porque están basadas en conductas inmorales y son ofensivas para la conciencia cristiana, pero la sociedad actual se hace cada vez más hostil a los que profesamos la fe en Cristo. Gracias a Dios, el Señor Jesús nos ha prometido: “Tengan valor: yo he vencido al mundo” (Juan 15, 33).
“Padre celestial, te rogamos que tengas piedad de todos los pecadores, haz la luz en el corazón y las conciencias de los que rechazan tu Palabra, especialmente los gobernantes.”
Apocalipsis 20, 1-4. 11—21, 2
Salmo 84(83), 3-6. 8

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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