San Hipólito de Roma (¿-c. 235), presbítero y mártir
La tradición apostólica, 41; SC 11, pag 129ss
“Velad, pues, y orad en todo tiempo...”
Ora antes de que descanse tu cuerpo en la cama. Y luego, a medianoche, levántate, lávate las manso con agua y ora. Y si tu mujer está presente, orad los dos juntos. Si ella, por lo contrario, no es todavía creyente, retírate a otra habitación para orar, luego, vuelve a tu cama. No seas remiso en la oración... Hay que orar en esta hora de la noche porque nuestro padres antiguos, de quienes hemos recibido esta tradición, nos enseñaron que en esta hora toda la creación descansa un instante para alabar al Señor. Las estrellas, los árboles y las aguas se detienen un instante y todos los coros de los ángeles que sirven a Dios lo alaban en esta hora junto con los justos. Por esto, los creyentes se apresuran a orar en esta hora.
Dando testimonio de todo esto, el Señor dijo: “A medianoche se oyó un grito: -Ya está ahí el esposo, salid a su encuentro.-“ (Mt 25,6) Y continúa diciendo: “Así, pues, vigilad, porque no sabéis el día ni la hora.” (Mt 25,13) Al canto del gallo, en la madrugada, cuando te levantes, ¡ora también!
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