viernes, 18 de noviembre de 2016

Maduros sin perder el corazón de niño

Cuanto más necesitado nuestro corazón del amor divino,

tanto más Dios cuidará de nosotros.


“En verdad les digo, si no se convierten y no son como niños, no entrareis en el Reino de los Cielos”. (Mateo 18,3)


El mensaje de Jesús a nuestro corazón el día de hoy es un llamado a ser como niños pero no en un sentido cronológico. Volver a ser niños y tener un corazón de niño es abrazar nuevamente la pureza, abrazar nuevamente a aquel niño que tiene carencia de afecto, de saber, de conocer y de ser cuidado.
Vemos que es más facil cuidar de un hijo cuando es aún pequeño que cuando  crece y se vuelve un jóven porque en esa fase actúa conforme a su cabeza y sus pensamientos. Con el niño eso no sucede pues necesita de todo, saber de todo, necesita de atención y de cuidado.
Así también para algunos padres es más fácil cuidar niños porque ellos obedecen mucho más, Dios puede cuidar mucho más de nosotros si tenemos un corazón de niño que necesita aprender pues El nos enseña. Al paso que cuando ya sabemos todo y nos comportamos como grandes sabios, ¿qué nos puede enseñar Dios? ¿Qué puede hacer Dios por nosotros si ya somos grandes, autosuficientes, si ya podemos todo? Así ¿cómo el señor nos puede tomar de la mano, cargarnos y cuidar de nosotros?

Niño es sinónimo de humildad y camino de salvación. Cuando sabemos ser humildes Dios puede hacer mucho por nosotros. Ser adultos muchas veces es sinónimo de orgullo, autosuficiencia, del “yo puedo”. Seamos maduros, crecidos, sin perder el corazón puro de niños, porque cuanto más necesitado sea nuestro corazón del amor divino, tanto más Dios cuidará de nosotros. Cuanto menos rebeldes seamos, tanto más Dios hará por nosotros.

Es difícil conversar con un adulto cabeza dura, es difícil hacerlo entender, comprender, dialogar con él, porque cree que sabe todo, ya tiene su opinión formada y no se abre a lo nuevo. Mientras que los niños siempre están descubriendo las novedades del mundo y los horizontes a su frente. Por eso es agradable entrar en su mundo, los niños nos remiten a la pureza original. Cuanto más niño se es, más pura es la criatura, cuanto más cerca esté nuestra alma de ser niña, más pura es la criatura, cuanto más cerca esté nuestra alma de ser un niño frágil, de un bebé en el regazo de la madre, necesitado de afecto, cariño, totalmente puro, más nuestra alma se acercará a Dios.
Es por eso que el más grande en el Reino de los Cielos es quien más se parece a los niños. Cuanto más tengamos el corazón de niño, más grandes seremos delante de Dios. Por otro lado, cuanto más orgullo de adulto tenemos, nos vamos haciendo más pequeños, corriendo el riesgo de desaparecer para el Reino de Dios.
Que crezcamos en el corazón de Dios, que disminuyamos para el mundo y para nosotros mismos para que seamos grandes a los ojos del Señor.
¡Dios te bendiga!

P. Roger Araujo
Adaptación del original en portugues
Fuente Canción Nueva

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