En mi caso este encuentro tuvo lugar con el padre Thomas cuando me acogió después de todos esos años que pasé en la marina. Tenía le impresión de que él sabía, que adivinaba todo lo que era bueno o malo en mí -mi secreto-, que me amaba y me aceptaba tal y como era. Fue una liberación para mí. Es maravilloso ser mirado, ser reconocido como una persona que tiene un destino y una misión.
Es maravilloso sentir que alguien tiene confianza en ti, que no somos juzgados, condenados o desvalorizados, sino amados: que no tenemos que demostrar nada; podemos dejar que las máscaras y los muros caigan.
Jean Vanier, Cada persona es una historia sagrada, P 201
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