Pedro le dijo a Jesús: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigas y amigos:
La continuación del pasaje del joven rico recoge un sustancioso diálogo entre Pedro y Jesús, nacido de un comentario del Señor sobre lo peligrosas que son las riquezas y lo difícil que es desprenderse de ellas. Nos detenemos hoy en tres detalles interesantes de aquella conversación.
“Nosotros lo hemos dejado todo”. En esas palabras de Pedro san Gregorio Magno, hallando unos gramos de arrogancia, comentaba irónicamente: “¿Qué ha abandonado Pedro?... ¡Una vieja barca de pescador! Pero en la historia de la Iglesia ha habido muchos y muchas que han realizado renuncias mucho más importantes”. Y san Gregorio sacaba esta moraleja: lo importante no es “qué” se abandona por Cristo, sino “con qué” espíritu se hace. Suele sucedernos que, a veces, somos capaces de grandes despojos y, sin embargo, nos defendemos con uñas y dientes ante quien nos quiere corregir una pequeña costumbre o critica nuestro modo de pensar. Dejarlo todo nunca será sencillo ni espontáneo. Es de lo más parecido a una operación quirúrgica: Duele pero cura. Y su finalidad, según Jesús, no es otra cosa que la plena libertad interior para seguirle por amor y con amor.
La promesa del céntuplo. A quien lo deje todo por seguirle, Jesús promete el ciento por uno, ya en esta vida. Seguro que hemos oído o repetido en infinidad de ocasiones aquello de: ¡Dios no se deja ganar en generosidad! Con su mentalidad medieval de hidalgo Ignacio de Loyola solía decir que Dios es un “caballero” que no se deja humillar sólo recibiendo, sin regalar. Todo regalo hecho a Él nos es devuelto multiplicado por cien ya en esta vida. El amor, que debe ser siempre gratuito –si no se descalifica y falsea a sí mismo-, es recompensado con largueza por el Señor. Eso sí, cuando Él quiere y a su manera. Pero jamás olvida nada, por pequeño que sea. Quien prueba la verdad de esta afirmación en su vida, entenderá que la propia expropiación por Él es la mejor inversión que cualquiera puede hacer.
Junto con persecuciones. Esta indicación guarda una última advertencia que, por incómoda y turbadora, con frecuencia es ignorada. Más aún, esta frase parece contradecir y anular lo anteriormente dicho: Dios recompensa al ciento por uno por todo lo aquello a lo que se renuncia por su amor, pero si se hace “junto con persecuciones”, ¿no se trata de una nueva pérdida? Posiblemente sí… ¿En qué queda, pues, la ganancia? Tal vez se nos quiere decir que en toda renuncia, libre y consciente, no se da por descontado que la iniciativa venga siempre de nosotros. Puede darse el caso de que se nos prive violentamente de algo que no teníamos intención de donar, como por ejemplo la propia salud, o el tiempo personal disponible. En casos así, solo si convertimos en algo voluntario ese expolio injusto se puede parecer a la pasión que Jesús mismo sufrió en la cruz. Es el camino para llegar a decir con Él: “No me quitan la vida. Soy yo quien la entrego”
CR
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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