que ir con las dos manos al lugar de castigo.
Marcos 9, 43
Vemos en el Evangelio de hoy que el Señor explica claramente lo que es el infierno, para que veamos que vale mucho más la pena soportar cualquier sufrimiento aquí en esta vida antes que padecer eternamente en el lugar de condenación.
Pareciera decirnos: “El Reino de mi Padre está abierto para todos, pero ustedes deben estar atentos para que el pecado no les impida entrar. Por eso les digo que cuiden cada uno de sus sentidos y se alejen de las tentaciones que el mundo les ofrezca. Aprovechen todos los sentidos para cumplir la voluntad de mi Padre, y compartir con los demás el regalo de la vida que han recibido. Que sus ojos procuren ver a los demás con amor y transmitan lo que ustedes llevan en el alma.”
Dios nos ha regalado cada uno de los sentidos que tenemos como dones que nos permiten admirar su creación, degustar los alimentos, alegrarnos con el sonido de la música, percibir el aroma de los perfumes y palpar las texturas.
Sin embargo, muchas veces los sentidos se dejan llevar por los falsos placeres del mundo sin siquiera darnos cuenta y en lugar de acercarnos a Dios, nos alejan de él. Es una pena que haya cristianos que no quieran ver esta realidad. Es un gran triunfo del demonio, que procura convencernos de que él no existe, ni tampoco el infierno, que nos olvidemos de Dios y vivamos según las corrientes pecaminosas del momento, el libertinaje sexual, la irresponsabilidad social, el abuso del alcohol y las drogas, la indiferencia religiosa y otras prácticas nefastas.
Pero no hay duda de que Dios está allí presente, y el infierno también, “donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.” Jesús es infinitamente misericordioso; por eso, muere en la cruz para salvarnos y nos perdona cada vez que nos arrepentimos de corazón y le pedimos perdón en el Sacramento de la Confesión. Pero no nos olvidemos de que si alguien ha cometido pecado mortal y no se arrepiente ni se confiesa, puede sufrir “la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene el poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno” (CIC 1861).
“Señor, te pido que me ayudes a tener conciencia de cuando cometo pecados graves o veniales, arrepentirme sin demora y luego buscar el Sacramento de la Confesión, porque no quiero nunca separarme de ti.”
Santiago 5, 1-6
Salmo 49(48), 14-20
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
No hay comentarios:
Publicar un comentario