24 de mayo de 2018
“Tomar distancia de las riquezas, porque Dios las ha ofrecido para dárselas a los otros” fue la exhortación del Papa Francisco en la Misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta que, en memoria de María Auxiliadora, Francisco dedicó al “noble pueblo chino”: hoy – recuerda – en Shanghai se celebra la fiesta de Nuestra Señora de Sheshan, María Auxiliadora.
La pobreza en el centro del Evangelio
Comentando la primera lectura, tomada de la carta del Apóstol Santiago, que muestra cómo los salarios de los trabajadores no remunerados claman y las protestas han llegado a los oídos del Señor, el Pontífice repite lo que el apóstol dijo a los ricos, sin usar “medias palabras”, diciendo las cosas “con fuerza”. De hecho, evoca riquezas “podridas”. Y, recuerda el Papa, Jesús no había dicho menos:
“¡Ay de ustedes, ricos!”, en la primera invectiva después de las Bienaventuranzas en la versión de Lucas. “¡Ay de ustedes, ricos!”. Si uno hoy hiciera un sermón como ese, en los periódicos, al día siguiente: “¡Ese sacerdote es comunista!”. Pero la pobreza está en el centro del Evangelio. La predicación sobre la pobreza está en el centro de la predicación de Jesús: “Bienaventurados los pobres” es la primera de las Bienaventuranzas: Es el documento de identidad, el documento identificativo con el que Jesús se presenta cuando regresa a su pueblo, en Nazaret, en la sinagoga, es: “El Espíritu está sobre mí, he sido enviado para proclamar el Evangelio, la Buena Nueva, a los pobres, la buena noticia a los pobres”. Pero siempre en la historia hemos tenido la debilidad de tratar de eliminar esta predicación sobre la pobreza creyendo que es una cuestión social y política. ¡No! Es puro Evangelio, es puro Evangelio”.
Amar a Dios con todo el corazón
Francisco insta a reflexionar sobre el porqué de una “predicación tan dura”. La razón radica en el hecho de que “las riquezas son una idolatría”, son capaces de “seducción”. Jesús mismo, explica el Pontífice, dice que “no se puede servir a dos señores: o sirves a Dios o sirves a las riquezas”: da, por tanto, “categoría de Señor” a las riquezas, es decir – agrega – la riqueza “te agarra y no te suelta y va en contra del primer mandamiento “, amar a Dios con todo tu corazón.
El Pontífice observa también que las riquezas van “contra el segundo mandamiento porque destruyen la relación armoniosa entre nosotros, los hombres”, “arruinan la vida”, “arruinan el alma”. El Papa recuerda la Parábola del rico – que pensaba en la “buena vida”, en las fiestas, en las vestimentas lujosas – y la del mendigo Lázaro, “que no tenía nada”. Las riquezas – reitera – “nos alejan de la armonía con nuestros hermanos, del amor al prójimo, nos hacen egoístas”. Santiago reclama el salario de los trabajadores que cosecharon en las tierras de los ricos y que no han sido pagados: alguien – dice Francisco – puede confundir al Apóstol Santiago con “un sindicalista”. Sin embargo, asegura el Pontífice, él es el Apóstol “que habla bajo la inspiración del Espíritu Santo”. Parece – señala – una cosa de hoy:
“Incluso aquí, en Italia, para salvar los grandes capitales, se deja a la gente sin trabajo. Va contra el segundo mandamiento y quién hace esto: “¡Ay de ti!”. Yo no, Jesús. Ay de ustedes que explotáis a la gente, que explotáis el trabajo, que pagáis en negro, que no pagáis la contribución para las jubilaciones, que no dais vacaciones – dijo el Papa Francisco – ¡Ay de ti! Hacer “descuentos”, hacer estafas sobre aquello que se debe pagar, sobre el salario, es un pecado, es pecado. “No, padre, yo voy a misa todos los domingos y voy a esa asociación católica y soy muy católico y hago la novena de esto …”. ¿Pero luego no pagas? Esta injusticia es pecado mortal. No estás en la gracia de Dios. No lo digo yo, lo dice Jesús, lo dice el Apóstol Santiago. Es por eso que las riquezas te alejan del segundo mandamiento, del amor al prójimo”.
Hacer oración y penitencia por los ricos
Las riquezas, por lo tanto, tienen una capacidad que nos hacen “esclavos”. Es por eso que Francisco exhorta a “hacer un poco más de oración y un poco más de penitencia”, no para los pobres sino para los ricos:
“Tú no eres libre ante las riquezas. Para ser libre ante las riquezas debes distanciarte y orar al Señor. Si el Señor te ha dado riquezas es para dárselas a los demás, para hacer en su nombre tantas cosas buenas por los otros. Pero las riquezas tienen esta capacidad de seducirnos y en esta seducción caemos, somos esclavos de las riquezas”.
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