viernes, 18 de mayo de 2018

Ascensión

En la ascensión, Cristo no nos dejo huérfanos, sino que se instaló más definitivamente entre nosotros con otras presencias… 

 Por la ascensión Cristo no se fue a otro lugar sino que entro en la plenitud de su Padre ya como Dios y como hombre fue exaltado, glorificado en su humanidad .Y, precisamente por eso, se puso más que nunca en relación con cada uno de nosotros… 

Con la ascensión, Cristo no se «alejo», sino que asumió una vida con la que realmente podía estar más cerca de nosotros, adquirió una eficacia infinita que le permitía estar en todas partes. San Pablo definiría esta realidad con una frase definitiva al decir que subió a los cielos para llenarlo todo con su presencia (Ef 4, 10) Y lo mismo señala el prefacio de la misa de la Ascensión que no dice que Jesús ascendiera para gozar la plenitud de su divinidad, sino para comunicarnos su divinidad. Su marcha no es, pues, una lejanía, sino una intensificación de su presencia… 

En su ascensión, Cristo se sienta a la derecha del Padre, allí donde el Padre está: en el corazón de los que guardan la palabra de Cristo. Ese es el cielo. Porque, como apunta Cabodevilla, mejor que decir que Cristo está en el cielo, debemos decir que el cielo está allí donde está Cristo. ¿Y dónde está Cristo sino en el corazón de los suyos?

Escrito por: José Luis Martin Descalzo
Vida y Misterio de Jesús de Nazareth-

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