sábado, 19 de mayo de 2018

«El mundo entero no bastaría para contener los libros que se escribieran»

«El mundo entero no bastaría para contener los libros que se escribieran»

Desde el origen del mundo, Jesucristo vive en nosotros; él actúa en nosotros todo el tiempo de nuestra vida…; comenzó en sí mismo, y en sus santos continúa una vida que no terminará jamás…Si «el mundo entero no es capaz de contener todo lo que se podría escribir acerca de Jesús», sobre lo que hizo, o lo que dijo, y acerca de su vida; si el Evangelio nos esboza unas cuantas líneas, si la primera hora es tan desconocida y tan fecunda, ¿cuantos evangelios sería necesario escribir para trazar la historia de todos los momentos de esta vida mística de Jesucristo, que multiplica las maravillas hasta el infinito y las multiplicará eternamente, puesto que todos los tiempos, propiamente dicho, no son más que la historia de la acción divina? El Espíritu Santo marcó en caracteres infalibles e incontestables algunos momentos de esta vasta duración; recogió en las Escrituras algunas gotas de este mar; hace ver de qué maneras secretas y desconocidas hizo aparecer Jesús al mundo… 

El resto de la historia de esta divina acción que consiste en toda la vida mística que Jesús lleva en las almas santas, hasta el fin de los siglos, es sólo el objeto de nuestra fe…Ahora el Espíritu Santo sólo escribe evangelios en el corazón; todas las acciones, todos los momentos de los santos son el evangelio del Espíritu Santo; las almas santas son el papel, sus sufrimientos y sus acciones son la tinta. El Espíritu Santo, por medio de la pluma de su acción, escribe un evangelio viviente. Y no lo podremos leer que hasta el día de gloria, en el cual después de haber salido de la prensa de esta vida, lo publicarán. 

¡Oh que bella historia! ¡El bello libro que el Espíritu Santo escribe actualmente! está por ser impreso, almas santas, no hay día en que las letras no sean retocadas, en que se les aplique la tinta, en que se impriman las hojas. Pero estamos en la noche de la fe: el papel es más negro que la tinta, este evangelio no se podrá leer sino en el cielo.

Juan Pedro de Caussade (1675-1751), jesuita 
El Abandono a la Divina Providencia 

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