no tendrá hambre,
y el que cree en mí
nunca tendrá sed.
Juan 6, 24
Hoy encontramos a Jesús en la otra orilla del lago. La gente se asombra al ver que el Señor ya se encuentra allí, y le pregunta cómo lo hizo, pero Jesús no responde; más bien, les echa en cara que lo buscan porque les ha dado de comer, pero no porque hayan entendido el significado de la multiplicación de los panes. Han comido, pero “no han visto signos”; han recibido pan hasta saciarse, pero no han aprendido nada.
Cuando le preguntaron a Jesús “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?”, él respondió con toda claridad: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado.” La “obra de Dios” más extraordinaria que podemos hacer es abrir el corazón e invitar a Jesús a que haga en él su morada, nos llene de su presencia y nos transforme.
En realidad, la gente no buscaba a Jesús mismo, buscaba lo que él les podía dar. Como aún no lo conocían, consideraban que la manifestación de Dios era la Ley escrita. Por esto, Juan afirma claramente que el enviado de Dios es Jesús y que la obra de Dios no consiste en esforzarse por conocer mejor la Ley, sino conocer mejor a Jesús y seguirlo a él.
Todos tenemos sed del amor divino y queremos que el Señor nos llene de su gracia. En lo profundo, todos anhelamos llegar a una íntima comunión con Dios y experimentar su aceptación y su amor paternal. Busquemos, pues, su presencia cada día en la oración y recibamos la Sagrada Eucaristía con fe y devoción; así el Señor nos colmará de sus bienes. Confiemos del todo en él; pidámosle su gracia para amar a nuestros familiares y estar dispuestos a ayudar al prójimo. Creamos en él de todo corazón; así habremos aprendido a hacer la “obra de Dios” en esta vida.
“Señor mío, Jesucristo, qué maravilloso es que quieras comunicarme tu vida y tu amor. Te doy gracias, Señor, porque tú eres el pan de vida que me alimenta y me fortalece. Hoy quiero recibirte, Señor, con amor y confianza, y estar siempre unido a ti.”Éxodo 16, 2-4. 12-15
Salmo 78(77), 3-4. 23-25. 54
Efesios 4, 17. 20-24
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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