jueves, 2 de agosto de 2018

Meditación: Mateo 13, 47-53

Lo mismo sucederá al final de los tiempos:
vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos.
Mateo 13, 49

Todos sabemos que la muerte es inevitable y los cristianos creemos que hay un cielo y un infierno. Pero, en realidad, ¿habrá un juicio general al final de los tiempos? Sí, así será. Todas estas “cosas del fin” son reales y bastante serias; sin embargo, no debemos permitir que la idea del fin nos cause un temor innecesario. Los seguidores de Cristo sabemos que Dios es un Padre tierno y amoroso, que nos ha concedido todo lo que nos hace falta para presentarnos en su presencia con paz y confianza, incluso en el día del juicio.

Una y otra vez la Escritura nos recuerda que los que están en Cristo son nuevas criaturas (2 Corintios 5, 17) y que los que creen en Jesús han pasado de la muerte a la vida y no serán condenados (Juan 5, 24). La verdad liberadora del Evangelio es que, si permanecemos fielmente unidos a Cristo, pasamos a ser “ovejas” y no “machos cabríos”; “trigo” y no “cizaña”.

Querido lector, ¿te atemoriza el pensar que el juicio es inevitable, o prefieres evitar el tema y ocupar la mente en otras cosas? Estas dos actitudes encuentran solución en un entendimiento más claro de la Persona y la obra de Jesucristo, nuestro Señor. En efecto, él mismo puede demostrarte que no tienes por qué temer el juicio, y para ello te ayuda a poner en orden todos los aspectos de tu vida, para que no te preocupes de otra cosa sino de fijar la mirada en el día en que llegues a contemplarlo cara a cara. Si te dedicas a conocerlo mejor haciendo oración, leyendo la Escritura y recibiendo los sacramentos, Cristo mismo te hará ver lo grande que es el tesoro que tienes en él y cómo has de comportarte para que tu vida sea grata a Dios y a los demás.

El Bautismo es apenas el comienzo de nuestra vida con Jesús, porque él mismo desea hacernos partícipes del don del Espíritu Santo y enseñarnos a vivir día a día “en Cristo”, para que aprendamos a apropiarnos de sus promesas de salvación y tener la confianza de saber que en él hemos sido redimidos. Jesús mismo quiere darse a nosotros para que cada uno se entregue en sus manos.
“Señor y Dios mío, te ruego que me libres del temor a la muerte y el juicio y me ayudes dedicarme de corazón a buscar la hermosura de tu faz y unirme a ti en el banquete del Reino de los cielos.”
Jeremías 18, 1-6
Salmo 146(145), 1-6
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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