Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a mí.
Mateo 19, 14
Los padres judíos siempre llevaban a sus hijos para presentarlos a los jefes religiosos para que los bendijeran. Los discípulos de Jesús, quizás para librarlo de lo que consideraban una molesta interrupción, trataron de impedir que los niños se acercaran. Pero Jesús nuevamente demostró que nuestro proceder no es como el suyo y ordenó que se los trajeran.
La vida nueva que Dios transmite a cada niño en el Bautismo requiere una cuidadosa alimentación, así como una semilla necesita condiciones propicias para su crecimiento y desarrollo. Por esto mismo, el mal ejemplo, la falta de enseñanza o la instrucción inadecuada son perjudiciales para la fe del niño. La vida nueva se ve ahogada y frustrada cuando los padres se dejan llevar por el espíritu del mundo. La confusión queda sembrada en la mente infantil cuando la conducta de las personas a quienes el niño ama y respeta le demuestra que el prestigio mundano o el éxito material son más importantes que la fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Si en nuestros hogares no se acoge con amor a Jesús, la confianza que los pequeños tengan en él se perderá con rapidez a medida que vayan creciendo.
Pero ¡qué diferente es el resultado cuando nos preocupamos de llevar a nuestros hijos a la Iglesia, a Jesús! Dios nos ha confiado a los hijos y nos ha prometido que realizará su obra en cada uno de ellos, “porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos” (Mateo 19, 14). Lo que a nosotros nos corresponde hacer es llevarlos a Jesús a la edad que sea; nuestro principal objetivo debe ser que nuestros hijos conozcan al Señor, y para que esto suceda tenemos que dedicar tiempo a enseñarles acerca de Jesús, de la Iglesia y de la Biblia.
Pero en lugar de imponerles la “religión”, hemos de pedirle al Señor que nos enseñe a conquistarles el corazón para que se entreguen a Dios, porque cada niño es una obra especial de sus manos; cada uno de ellos le pertenece a él más que a nosotros. Mediante la oración y el ejemplo, nuestros hijos llegarán a desear la vida de Cristo. Así que disfruta de tus hijos mientras los tengas a tu alcance, pero no les consientas todos sus caprichos. ¡Edúcalos como para el Señor!
“Padre eterno, concédenos la sabiduría necesaria para llevarlos a tu Hijo Jesús. Envíanos al Espíritu Santo para que purifique nuestras motivaciones, de modo que seamos un testimonio eficaz para los hijos que tú nos has confiado.”
Ezequiel 18, 1-10. 13. 30-32
Salmo 51(50), 12-15. 18-19
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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