Al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. "¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros?¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas?¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?".Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia".Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos:
Un filósofo afirmaba que la pregunta es la piedad del pensamiento. En el evangelio de hoy no se cumple su opinión, porque las preguntas de los conciudadanos de Jesús son, en unos casos, puramente retóricas, y en otros no revelan apertura, receptividad, búsqueda; más bien delatan desconfianza, incredulidad. Y aquí hay que decir: «En la desconfianza está el peligro; en la confianza, la salvación».
Estaban al corriente del parentesco de Jesús, ese que conoce el vecindario y que se consigna en los registros de nacimientos o en los libros de familia. Es parte de la verdad de Jesús, pero no toda la verdad. Aquella gente se quedaba fuera de su verdad más profunda, la que asomaba en su sabiduría y en sus actos de poder, que eran actos de sanación, de liberación, y que podían haber servido de umbral para entrar en la verdad más honda, la que narra el parentesco y origen radical de Jesús: es el Hijo de Dios. Si ya Lautréaumont declaró «Me dijeron que era hijo del hombre y de la mujer, y me sorprendió. Yo creía ser algo más», con mucha más razón lo confesamos nosotros de Jesús: es el “hijo de María”... y el Hijo de Dios.
Escudriñemos sus signos y abrámonos confiadamente a su verdad, que nunca acabaremos de conocer y comprender.
CR
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