Lucas 6, 20
En su Evangelio, San Lucas presentó algunas de las enseñanzas más conocidas de Jesús en un estilo similar al del Sermón de la Montaña (Mateo, capítulos 5 a 7). Sin embargo, el sermón “del llano” que leemos en Lucas es bastante más corto y se dirige al público que recibiría el escrito: cristianos de cultura griega, de clase media, preocupados de cómo atender a los pobres, defender la justicia social y demostrar compasión y misericordia.
En el Antiguo Testamento se hablaba una y otra vez de la especial preocupación de Dios por los pobres, los necesitados y los que pasaban hambre. Los propios profetas habían sufrido graves persecuciones y sin embargo Dios les había prometido paz y prosperidad. Habían padecido por servir a Dios, y por eso Jesús enseñó que los perseguidos serían bienaventurados, siempre que sufrieran “por causa del Hijo del hombre.”
Ahora bien, ¿es malo ser rico o alimentarse bien o ser feliz? ¡Por supuesto que no! Jesús no pidió que sus fieles se desprendieran absolutamente de todo (solo a algunos se lo pidió) o que ayunaran todo el tiempo. Lo que le preocupaba, como se deduce claramente del Evangelio según San Lucas, era que alguien se negara a compartir sus bienes con los necesitados, porque cada uno debe amar y servir a su prójimo. ¡Este es el Reino de Dios!
“Por causa del Hijo del hombre”: Esta es la clave. Si nos esforzamos por servir a Dios haciendo aquello que sabemos que es lo correcto, podemos tener la certeza de que el Señor nos bendecirá.
El problema de algunas personas es que, por ser incrédulos, son indiferentes no sólo ante Dios sino ante el sufrimiento de sus semejantes que son pobres o menos privilegiados, y no comparten con ellos los bienes que Dios ha puesto en sus manos. Recordemos que el Señor nos dijo: “Todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron” (Mateo 25, 40).
Esto es lo que el Señor quiere que hagamos: ser compasivos, generosos, bondadosos y hasta sufrir por causa del Reino. Él es nuestro modelo y podemos imitarlo por el poder del Espíritu Santo que habita en nuestro corazón.
“Jesús, Señor mío, enséñame a ser generoso como tú y ser solidario con quienes sufren. Quiero tener parte en tu gozo y en tus bendiciones trabajando para edificar el Reino de Dios.”
1 Corintios 7, 25-31
Salmo 45(44), 11-12. 14-17
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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