Cuando pensamos en la humildad, nos imaginarnos una persona retraída y apocada; alguien tímido, que no se atreve a asumir riesgos por falta de confianza en sí mismo. O podríamos pensar en alguien que, cuando se le elogia, protesta diciendo que no lo merece. Pero, ¿es esta la verdadera humildad?
Fijémonos en la Virgen María, cuya fiesta celebramos hoy. Es cierto que cuando fue el centro de atención, ella apuntó a Dios, y que ella sabía que todas las bendiciones venían de Dios. ¡Pero nada de esto hizo que ella optara por retirarse a un anonimato entre las sombras!
Más bien, veámosla como una joven, en los inicios de su embarazo, que emprende un viaje por sí sola, principalmente a pie y naturalmente sin ninguna de las comodidades normales de hoy en día, para visitar a su prima, que vivía en el escarpado terreno montañoso de Judea. ¡Hay que ser muy valiente para eso!
Los Evangelios están llenos de ejemplos de la valerosa humildad de María: aceptar el quedar embarazada aun antes de casarse; más tarde trasladarse a Jerusalén siendo ya viuda y mayor para acompañar a Jesús en su ministerio y crucifixión y luego arriesgarse a ser arrestada por reunirse con los otros discípulos cuando Jesús ascendió al cielo.
María era decidida, activa y audaz, pero esto no significa que fuera arrogante. Simplemente decidió hacer aquello que Dios le pidió hacer. Sabía que no tenía fuerzas suficientes para cumplir el plan de Dios, pero eso no la detuvo, y no trató de eludir su misión por considerarse débil o indigna. En vez de considerarse incapaz, por un falso sentido de modestia, ella siguió adelante y confió plenamente en la fidelidad de Dios.
Hermano, el Señor te está llamando a construir su Reino, y te pide que lo hagas con humildad. Una persona humilde no se deja intimidar por lo desconocido, sino que actúa con fe y confianza en Dios. Al celebrar hoy la Asunción de la Virgen María, veamos su llegada al cielo como una joya valiosa que corona su humildad. Sí, Dios realmente “exaltó a los humildes” (Lucas 1, 52). Ella, que decidió dar un paso de fe, es ahora exaltada como reina del cielo y de la tierra.
“Señor Jesús, que elevaste a tu madre para que estuviera contigo en el cielo por su humilde y decisivo ‘sí’ al Padre, enséñame a ser humilde como ella.”
Apocalipsis 11, 19; 12, 1-6. 10
Salmo 45 (44), 10-12. 16
1 Corintios 15, 20-27
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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