Evangelio según San Mateo 19,16-22
Luego se le acercó un hombre y le preguntó: "Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos".
"¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio,
honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo".
El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?".
"Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:
Comenzamos la semana con el gozo de sabernos singularmente acompañados por los santos, por hombres y mujeres que han compartido nuestro camino de fe y participan ya de la gloria y el destino del Señor Resucitado. Reciente aún la fiesta de la Asunción de María, celebraremos su memoria como María Reina, y recordaremos a una serie de creyentes de muy diversos siglos, que dejaron que la Palabra del Señor (la que nosotros deseamos escuchar y acoger) fuera el gran criterio orientador y organizador de sus vidas. Son, como acontece a menudo, bautizados de muy diverso siglo, continente y vocación cristiana específica: desde Bartolomé, miembro del primer colegio apostólico, a Rosa de Lima, Pío X o Bernardo de Claraval. Junto a ellos, evocados con otro rango litúrgico, podremos hacer memoria de Juan Eudes, Ezequiel Moreno y cientos de cristianos de todos los tiempos. Al repasar el Martirologio de esta semana llama la atención el número de beatos que entregaron su vida confesando la fe en campos de concentración, testigos valientes del Evangelio en medio de las recientes atrocidades del siglo XX. (¡Que el Señor nos ayude a descubrir y combatir las del XXI!).
Las dos lecturas que se proclaman en la eucaristía de hoy evocan personajes que se ven en la obligación de elegir: se puede vivir acogiendo la voluntad del Señor o dándole la espalda. Se puede rendir culto a muchos dioses. Conviene tener cuidado. Alguna de las fórmulas que la Iglesia ha compuesto para ayudarnos a confesar la fe nos lo advierte: “¿renunciáis a la tentación de creer que ya estáis convertidos del todo?”. En sí el texto va mucho más a la raíz: “¿renunciáis a quedaros en vuestros métodos, instituciones, reglamentos y no ir a Dios?” Hemos de estar vigilantes: somos capaces de disfrazar de evangélico lo más sagrado. Y con frecuencia, como el joven del evangelio, nos vamos tristes porque somos muy ricos.
CR
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