
No hay absolutamente ninguna fuerza que se compare con el poder espiritual que el Señor ha dado a sus fieles: poder para atar y desatar situaciones y conflictos en la tierra con una fuerza que produce el mismo efecto en el cielo. Y este poder está concentrado en lo que tú y yo digamos y hagamos. Sí, ¡así de poderosas son las palabras y las acciones!
Tú puedes expresar misericordia y perdón a quienes tienes cerca, tal como lo hace Dios contigo. ¿Cómo hacerlo? Una manera es preguntarse: “¿Cuántas veces digo o pienso palabras negativas o de crítica contra alguien?” Tal vez creas que son expresiones inofensivas, pero las palabras realmente tienen el poder de atar a las personas en las mismas cosas que nos resultan desagradables a nosotros. Ahora, te puedes preguntar: “¿Cuántas veces digo o pienso expresiones de perdón, comprensión y bondad para otros?” Estos pensamientos también son tan potentes como los otros y ¡Dios los ve y los escucha todos!
Lo mismo se aplica a ti. ¿Cuántas veces te miras al espejo y piensas: “Soy un tonto, un fracasado”? ¿Cuántas veces te dices a ti mismo que no provees bien para tu familia, que no sabes compartir lo que Cristo ha hecho en tu vida, que no ayudas con las tareas de tus hijos o que no cocinas bien? Los pensamientos de autocondenación son tan perjudiciales para ti como lo son las actitudes de crítica para otras personas. Entonces, ¿por qué aplicarte a ti aquello que no te gusta?
Cambia de actitud y pronuncia palabras de libertad para ti mismo y para tus semejantes. En vez de decir “Soy demasiado criticón”, afirma “Yo puedo ser compasivo como Dios”, y cuando cometas el mismo error por enésima vez, trata de decir “La próxima vez lo haré mejor”, o “Señor, esto me cuesta mucho. ¡Necesito tu ayuda!” Si ves que los adolescentes hacen desorden en la plaza o que los conductores manejan de modo agresivo en la carretera, reza por ellos y afirma que Dios los ama y quiere darles una vida mejor, pronuncia palabras pacificadoras y de bendición sobre ellos. Busca las actitudes liberadoras y misericordiosas que hay en tu corazón y ejercita este asombroso poder para disculpar y perdonar.
“Amado Jesucristo, ayúdame a perdonar y pronunciar bendiciones sobre mí mismo, mi familia, mis amigos y hasta mis enemigos.”
Deuteronomio 34, 1-12
Salmo 66 (65), 1-3. 5. 8. 16-17
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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