Si quieres entrar en la vida… (Mateo 19, 21)
Convertirse en un atleta olímpico es un sueño que no puede convertirse en realidad sin un gran esfuerzo y mucha dedicación. Cada atleta debe ejercitarse, adoptar una dieta especial y someterse a un entrenamiento mental para alcanzar su sueño olímpico. Se requiere dedicar mucho tiempo, ejercicio riguroso y sacrificio, y una dedicación firme de prepararse para alcanzar la meta.
Si clasificar a las olimpíadas requiere tanta dedicación y esfuerzo, ¿cuánto más lo requiere nuestra vida espiritual? El joven rico del Evangelio de hoy quiere saber qué se necesita para llegar al cielo; pero cuando Jesús le habló de olvidarse de sus riquezas y dedicarse a conquistar el Reino de Dios, el joven se alejó desanimado porque no estaba dispuesto a hacer un sacrificio tan grande.
Sabemos que nadie puede llegar al cielo por esfuerzo propio; pero sí necesitamos estar firmemente decididos a seguir a Jesús. ¿Qué significa esto? Significa tener el claro propósito de dedicarse a ello sin vacilación. El propósito que tenemos, nuestro sueño, es llegar a ser como Cristo. Y eso requiere dirigir nuestros pensamientos, palabras y acciones, incluso nuestras relaciones y la forma en que utilizamos el tiempo, hacia la consecución de este ideal: ser como Cristo.
Cada creyente tiene un modo diferente de esforzarse para alcanzar la meta de imitar a Jesús; es decir, cada uno necesita desarrollar su propio “plan de entrenamiento”. Por supuesto, este plan debe comprender cosas obvias: ejercicio (oración y lectura de las Sagradas Escrituras) y dieta (los Sacramentos). Otras acciones pueden estar determinadas por las debilidades que desees superar o los dones y virtudes que quieras desarrollar y fortalecer. Por ejemplo, cuando veas que hay personas cerca de ti que comentan chismes, tienes que alejarte.
Negarse uno mismo requiere bastante esfuerzo, pero la buena noticia es que entre más se practica, más fácil se hace; entre más te acercas a la meta, más entusiasmo tendrás para hacer lo que sea necesario para avanzar más todavía.
Así que decídete con toda tu voluntad a tratar de imitar a Jesús. Tal vez no eres un aspirante a las olimpiadas, pero puedes considerar que el día de hoy es el primero de tu “entrenamiento”.
“Señor Jesús, tú eres el premio supremo que deseo obtener. Ayúdame a seguirte con toda la decisión de mi corazón.”
Jueces 2, 11-19
Salmo 106 (105), 34-37. 39-40. 43-44
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
No hay comentarios:
Publicar un comentario