Para nadie es misterio que un vaso (o vasija) hermosamente decorado por fuera, pero en el que queden restos de comida y no se haya lavado en una semana, por dentro estará… ¡asqueroso! Por fuera se ve bonito, pero por dentro no habrá más que inmundicia. Esta fue la idea que el Señor utilizó para captar la atención de los fariseos. Sabemos que algunos de ellos, como Nicodemo y José de Arimatea, creyeron en Jesús y se convirtieron en discípulos suyos, pero en general los demás fariseos despreciaban al Señor.
Parecería que la reprensión de Jesús fue demasiado tajante, y hasta podría hacerle a uno retorcerse de impresión, pues si lo pensamos bien, la mayoría sabemos que tales palabras podrían aplicarse fácilmente a nosotros. Pero Jesús no estaba tratando de avergonzar a los fariseos (ni a nosotros); lo que está tratando de hacer es hacernos reconocer la verdad: Solamente Jesús es capaz de limpiar el interior del “vaso” de nuestro corazón.
Es posible que esas palabras de Jesús resulten demasiado severas para algunos, pero sea como sea, hay algo de lo cual cada cristiano debe estar seguro: Dios no está enojado contigo. El Señor te ama incondicionalmente y solo está tratando de abrirte los ojos para que veas las “sobras” de desorden que hay en tu corazón. Él pronuncia esa reprensión, pero lo hace como una invitación para que te vuelvas a su lado.
Por eso conviene examinarse la conciencia: ¿Ves algo del fariseo en ti? Casi todos caemos con demasiada facilidad. Queremos cumplir las reglas externas, pero en el corazón llevamos “restos” de egoísmo, envidia o crítica que no podemos quitar por nosotros mismos. Si te parece que tienes actitudes como ésas, confiésate, pide consejos al sacerdote y deja que la gracia del Espíritu Santo lave tu alma y la deje blanca e inmaculada. Así serás un buen ejemplo para tus hijos y para todos.”
Jesús quiere ayudarte; quiere que seas santo como él es santo; quiere llevarte de la mano especialmente cuando tienes que afrontar algo que te separa de él. Tal vez te lleve a mirar honestamente “la suciedad” que hay en tu vasija, para que lo lleves a los pies de Cristo y quedes bien limpio. Así podrás crecer en la fe y experimentar mejor el amor de Dios.
“Jesús, Señor mío, límpiame por dentro para que así yo quede limpio por fuera también.”1 Tesalonicenses 2 1-8
Salmo 139 (138), 1-6
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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