martes, 20 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 19,23-30


Evangelio según San Mateo 19,23-30

Jesús dijo entonces a sus discípulos: "Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos.
Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos".
Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible".
Pedro, tomando la palabra, dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Muchos de nosotros nos hemos preguntado más de una vez cuál será ese pecado contra el Espíritu Santo al que Jesús se refirió con tanta dureza. Sería un insensato si afirmara que sé claramente a qué se quiso referir el Señor, pero el evangelio de hoy despierta en mí desde hace años una reflexión.

Jesús nos dice una vez más que para Dios nada hay imposible: el Señor lo puede todo. Y nosotros seguimos empeñados en que hay muchas situaciones personales, comunitarias, sociales, ante las que no hay nada que hacer. ¿Cómo que nada? Nosotros no podremos hacer nada. Pero, ¿y la Gracia?

Con excesiva frecuencia los creyentes hablamos de personas que “no tienen arreglo”, de situaciones en las que no merece la pena pelear… Hoy el Evangelio vuelve a recordarnos lo contrario: Dios lo puede todo. Dejemos que su Espíritu entre de verdad en esas realidades; quitemos obstáculos a su acción. No acusemos de ineficacia a las mediaciones que el Señor nos propone si no las hemos experimentado del todo.

Somos demasiados los que nos apuntamos al lamento de Gedeón: nos sentimos los más pequeños de la tribu de nuestros padres, a la que además consideramos la menos digna de todas. ¡Puede que sea verdad, pero para el Señor todo sigue siendo posible!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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