¿Que no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? (Mateo 20, 15)
Imagínate la siguiente situación: Vas a una distribuidora automotriz y dices: “Quiero comprar un automóvil, pero solo tengo cinco dólares.” Entonces el dueño de la distribuidora te entrega las llaves de un Mercedes Benz último modelo y te dice: “Llévatelo. Es tuyo.” Tú te quedas atónito y luego preguntas: “Pero, ¿por qué?” Y el dueño responde: “Tengo mucho dinero y hoy quiero regalar algo. Por favor, toma el carro y disfrútalo, va por mi cuenta.”
La parábola de hoy presenta una situación similar que involucra a un hacendado increíblemente generoso. Al final del día, el hacendado llama a sus trabajadores y al que laboró solamente una hora le paga el salario de un día completo, el mismo monto que pagó a los que trabajaron desde temprano. Seguramente el impresionado labrador reaccionó diciendo algo como: “Pero si apenas trabajé una hora. ¡No merezco este pago!” Y posiblemente el propietario respondió: “No importa las horas que hayas trabajado. Yo quiero ser generoso. Tú no puedes ganarte la generosidad de una persona.”
Sabemos que el hacendado de esta parábola representa a Dios. También sabemos que nadie puede superar al Señor en generosidad. Tanto es así, que incluso nos dio a su único Hijo, y ese es un don que nosotros jamás podríamos merecer, por mucho que tratáramos. No hay nada que alguien pueda hacer para “ser digno” del favor del Señor. Ni haciendo enormes donaciones de dinero a obras de caridad o entregando la vida como mártir, nada sería suficiente para merecer el invaluable regalo del perdón de Dios. El amor que motiva la generosidad divina es difícil de comprender, pero eso solo lo hace más atractivo.
Algunos piensan que un amor “increíble” como éste es demasiado bueno para ser cierto. Seguramente sabemos, en teoría, que Dios nos ama, pero también sabemos que aún nos queda mucho por hacer para cambiar los hábitos de pecado y las actitudes de egoísmo que tenemos y que ofenden a Dios y a los demás.
Pero nunca olvides: las riquezas de la inmensurable gracia de Dios superan por mucho tus pecados y defectos. Jesús cargó con cada uno de tus pecados y ya te ha perdonado. Además, te ha dado su Espíritu Santo para ayudarte a vivir como hijo de Altísimo. Así pues, confía en el poder de Dios y recibe libremente su misericordia y su generosidad.
“Señor Jesucristo, gracias por darme el regalo increíble de tu amor.”
Jueces 9, 6-15
Salmo 21 (20), 2-7
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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