martes, 6 de agosto de 2019

COMPRENDIENDO LA PALABRA 060819


«Moisés y Elías... hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén»

Jesús sube al monte con los tres discípulos que ha escogido. Después, queda transfigurado por una luz brillante y divina, hasta el punto que sus vestidos resplandecían como la luz. Seguidamente, Moisés y Elías, enmarcando a Jesús, hablaban entre ellos de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén, es decir, del misterio de su encarnación y de su Pasión salvadora, que se iba a realizar sobre la cruz. Porque si es verdad que la Ley de Moisés y la predicación de los profetas habían ya mostrado por adelantado el misterio de Cristo... esta presencia de Moisés y Elías y su conversación tenía por finalidad mostrar que la Ley y los profetas formaban como la escolta de nuestro Señor Jesucristo, el Señor que ellos habían enseñado... Después de su aparición, no se callaron sino que hablaban de la gloria que el mismo Señor iba a quedar lleno, en Jerusalén por su Pasión y su cruz, y sobre todo, por su Resurrección.

Es posible que el bienaventurado Pedro, creyendo que el acontecimiento del reino de Dios había llegado, deseara permanecer en el monte cuando dijo que era necesario «hacer tres chozas, no sabiendo lo que decía». Porque no ha llegado el tiempo del fin del mundo, no es ahora que los santos gozarán de la esperanza que les ha sido prometida. Porque san Pablo afirma: «Él transformará nuestra condición humilde según el modelo de su condición gloriosa» (Flp 3,21). 

Puesto que el plan de salvación no estaba todavía acabado sino tan sólo en su comienzo, no era posible que Cristo, venido al mundo por amor, renuncie a querer sufrir por él. Porque tomó la naturaleza humana para sufrir la muerte en su carne y destruirla por su resurrección de entre los muertos.

San Cirilo de Alejandría (380-444)
obispo y doctor de la Iglesia
Homilías sobre la Transfiguración, 9 ; PG 77, 1011

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