«Jesús les dijo: “Síganme”» (Mc 1,17)
¡“Sígueme”! Jesús dice esas palabras (…) a cada cristiano. Sígueme, desnudo como yo estoy desnudo, libre de todo impedimento como yo soy libre. El libro de Jeremías lo afirma: «Tú me llamarás ‘Mi padre’ y nunca dejarás de ir detrás de mí” (Jer 3,19). Sígueme entonces y deposita las cargas que llevas. Cargado como estás, no puedes seguirme, a mí, que avanzo corriendo. “Yo te busco ardientemente, mi alma tiene sed de ti” (Sal 62,2) dice el salmista sobre mí. Es mi sed por salvar a la humanidad. ¿Hacia dónde corrió él? Hacia la cruz. Corre tú también detrás de él. Como llevó su cruz por ti, toma la tuya, por tu bien. Por eso, estas palabras del evangelio de Lucas: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo” renunciando a su voluntad propia, “que cargue con su cruz” mortificando sus pasiones, “cada día” continuamente, “y me siga” (cf. Lc 9,23). (…)
Jesús se dirige a nosotros como una madre que queriendo enseñar a su hijito a caminar, le muestra un pan o una manzana y le dice: “Ven hacia mí y te la daré”. Y cuando el niño está tan cerca que casi puede tomarla, ella se aleja un poquito mostrándole el objeto y diciéndole siempre “Sígueme si quieres tenerlo”. Ciertos pájaros tiran sus pequeños del nido y volando les enseñan a volar y a seguirlo. Jesús hace lo mismo. Se muestra a sí mismo como ejemplo y nos promete su recompensa en el Reino, para que lo sigamos.
“Sígueme” porque yo conozco el buen camino y te guiaré. Leemos en el libro de Proverbios: “Yo te instruyo sobre el camino de la sabiduría, te encamino por senderos rectos. Cuando camines no se acortará tu paso, y si corres, no tropezarás” (Prov 4,11-12 LXX). (…) Entonces, “sígueme”.
San Antonio de Padua (1195-1231)
franciscano, doctor de la Iglesia
Sermón para la fiesta de san Juan Evangelista («Une Parole évangélique», Franciscaines, 1995); trad. sc©Evangelizo.org
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