lunes, 30 de octubre de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«En seguida se puso derecha y glorificaba a Dios»

Hubo un tiempo en que yo no existía, y tú me creaste.

No había pedido nada, y tú me hiciste.

Todavía no había salido a la luz, y me viste.

No había aparecido, y te compadeciste de mí.

No te había invocado todavía, y te ocupaste de mí.

No te había hecho ninguna señal con la mano, y me miraste.

No te había suplicado nada, y te compadeciste de mí.

No había articulado ningún sonido, y me comprendiste.

No había todavía suspirado, y me escuchaste.

Aún sabiendo lo que actualmente iba a ser,

no me despreciaste.

Habiendo considerado con tu mirada precavida

las faltas que tengo por ser pecador,

sin embargo, me modelaste.

Y ahora, a mí que tú has creado,

a mí que has salvado,

a mí que he sido objeto de tanta solicitud por tu parte,

que la herida del pecado, suscitado por el Acusador,

¡no me pierda para siempre!...

Atada, paralizada,

encorbada como la mujer que sufría,

mi desdichada alma queda impotente para enderezarse.

Bajo el peso del pecado, mira hacia el suelo,

a causa de los duros lazos de Satán...

Inclínate hacia mí, tú, el sólo Misericordioso,

pobre árbol pensante que se cayó.

A mí, que estoy seco, hazme florecer de nuevo

en belleza y esplendor

según las palabras divinas del santo profeta (Ez 17,22-24)...

Tú, el sólo Protector,

te pido quieras echar sobre mí una mirada

surgida de la solicitud de tu amor indecible...

y de la nada crearás en mí la misma luz. (cf Gn 1,3)


San Gregorio de Narek (c. 944-c. 1010)
monje y poeta armenio
El libro de oraciones, nº 18

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