¿De dónde vienen las potencias enemigas?
¿De dónde viene una variedad tan grande y la diversidad de potencias enemigas, levantadas contra el hombre, que enumera el bienaventurado Apóstol? “Nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio” (Ef 6,12). ¿De dónde han surgido esos adversarios nuestros, celosos y de gran malicia? ¿Hay que creer que el Señor haya creado esas potencias, con gran diversidad de jerarquía y rango, con el designio preciso que ellas hicieran la guerra a los hombres? (…)
Dios nos guarde jamás de creer que él haya creado algo sustancialmente malo. Por eso, la Escritura nos aclara “Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno” (Gn 1,31). (…) Antes de fundar el mundo visible, Dios hizo las virtudes espirituales y celestes. Al saber que ellas habían sido creadas de la nada, para su gloria y bienaventuranza, por pura bondad del creador, ellas le darían perpetua acción de gracias e incesante alabanza. Esto, nadie lo duda entre los cristianos. (…)
Muchos que habían tenido los primeros rangos, cayeron: “Yo había pensado: “Ustedes son dioses, todos son hijos del Altísimo”. Pero morirán como cualquier hombre, caerán como cualquiera de los príncipes” (Sal 81 (82),6-7). (…) La celosía del demonio, lo llevó a engañar al hombre con sus artificios, para su caída. Veía que el hombre, que acababa de ser formado del limo de la tierra, era llamado a la gloria que había sido suya cuando él era uno de los príncipes, antes de su caída. Su primera falta fue de orgullo. Ella le valió el desprecio y el nombre de serpiente.
San Juan Casiano (c. 360-435)
Fundador de la Abadía de Marsella
Conferencias, VIII-XVII, Sobre los principados 2-10 (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad. sc©evangelizo.org
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