“¡Esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos!" (Mt 21,42)
Dios creó al hombre. Creó su cuerpo de la materia que había producido y lo animó con su propio soplo. La Escritura lo denomina alma pensante e imagen de Dios. (…) Puso al hombre sobre la tierra para velar sobre la creación visible, ser iniciado al misterio espiritual, reinar sobre las cosas de la tierra y ser sumisos al Reino de lo Alto. (…) Pero el hombre fue negligente para obedecer y, entonces, a causa de su pecado, fue separado del árbol de Vida, del paraíso y de Dios. Su estado reclamaba el más poderoso socorro y le fue acordado. (…)
¿Qué es esta abundancia de bondad? ¿Cuál es este misterio que me concierne? Había recibido la imagen y no la guardé y Él recibió mi carne para salvar esta imagen y hacer inmortal la carne. Ofrece por segunda vez un intercambio más asombroso que el primero. Anteriormente había compartido lo más alto que tenía, ahora viene a tomar parte de lo más débil. Este último gesto es todavía más divino que el primero, para los que lo entienden, es todavía más sublime.
San Gregorio Nacianceno (330-390)
obispo y doctor de la Iglesia
Discurso para la santa Pascua, 45 (PG 36, 631-635. “Lectures chrétiennes pour notre temps”, Abbaye d'Orval, 1971), trad. sc©evangelizo.org
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