El alma, más preciosa que el mundo entero
Comparados a la eternidad del mundo incorruptible, mil años de este mundo son como un grano de arena tomado del mar. Considera esto, te ruego: supone que pudieras devenir el único dueño de todos los tesoros del mundo. (…) Si pudieras elegir ¿lo cambiarías por el Reino verdadero y cierto, que nada tiene en él que pase y desaparezca? No, puedo afirmarlo. Si tu juicio es sano y si eres inteligente en lo que te concierne.
“¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?” (Mt 16,26). Una vida que sabemos no puede ser cambiada por nada. Únicamente esta vida –excepto el Reino de los cielos- es más preciosa que el mundo entero y el reino de este mundo. La vida, el alma, es más preciosa en lo siguiente: a ningún otro ser creado Dios acordó la unión y la comunión con su propia naturaleza, la del Espíritu. Ni al cielo, ni al sol, la luna o las estrellas, ni al mar o a la tierra, ni a ninguna criatura del mundo visible. Sólo la acordó al hombre, al que ama más que a todo.
El Reino eterno no lo cambiaríamos por esas cosas grandes del mundo, la riqueza y el reino de la tierra. ¿Cuál es la locura de la mayoría de los hombres que consideran el Reino eterno comparable a cosas viles y comunes, tales como ciertas concupiscencias, una efímera gloria, un mediocre beneficio o situaciones semejantes?
Homilía atribuida a San Macario de Egipto (¿-390)
monje
Filocalia de Padres Népticos II, Simeón el Metafrasto sobre el Discurso de San Macario el Egipcio (Paraphrase de Syméon le Métaphraste sur les Discours de saint Macaire l’Égyptien, Philocalie des Pères neptiques, II, DDB-Lattès, 1995), trad. sc©evangelizo.org
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