sábado, 7 de octubre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 10,17-24


Evangelio según San Lucas 10,17-24
En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron llenos de gozo y dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre".

El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.

No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".

En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".

Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!

¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".


RESONAR DE LA PALABRA

Nuestra Señora del Rosario

La conmemoración de hoy se llama también Nuestra Señora de la Victoria. El hecho histórico es la victoria española en la batalla de Lepanto, atribuida al poder del Rosario. Pero las lecturas nos llevan mucho más allá de la victoria militar a victorias mucho más profundas, duraderas y milagrosas. Se trata de la victoria sobre nuestros “enemigos” que son mucho más internos de lo que pudiera parecer. La gente más “corriente” normalmente no tiene grandes enemigos… se trata más bien de antipatías, de competitividad, o de conflictos de personalidad. Pero incluso la gente más devota (o quizá especialmente la gente más devota) tiene grandes enemigos internos.

El ejercicio diario del rezo del Rosario, con la contemplación de los misterios de Cristo puede desvelar en muchas ocasiones los “demonios” internos. Cuando los discípulos regresan de su misión, exclaman entusiasmados: “¡Hasta los demonios se someten en tu Nombre!” Nosotros también podríamos hacer lista de nuestros demonios personales, que podrían parecer algo insignificantes pero que nos molestan y paralizan nuestra vida en Dios: un mal genio, una falta de paciencia, un orgullo desmedido, un perfeccionismo molesto para los demás, un sentido de duda y desconfianza, un juicio duro… Y hasta esos demonios se someten a Cristo. Ahí está la victoria. Y entonces, llega la alegría porque los nombres están escritos en el cielo. Es decir, Dios nos ha conocido tan íntimamente que lleva nuestro nombre grabado y la victoria está asegurada por la victoria de Cristo. La victoria de Cristo nos hace conocidos y amigos de Dios, de manera que nuestros nombres están escritos en el cielo. Y esa es la causa de nuestra alegría. Es la victoria que se celebra en el rezo del Rosario y la alabanza por la victoria alcanzada por intercesión de María. La primera lectura de Baruc afirma lo mismo: “el que os mandó todas esas desgracias, os dará también con su salvación, la alegría eterna”.

Esta seguridad nuestra da a Jesús razón para alabar a Dios por haberse revelado de una manera tan extraordinaria y por revelarse a los más sencillos. Es una intuición directa: la contemplación del Misterio de Cristo nos da la llave de la victoria. Y revela, además, una verdad profundísima: Dios Padre, entregando todo al Hijo, le da la victoria sobre todo y sobre todos. Lepanto parece una pequeña batallita comparada con todos nuestros “lepantos” diarios donde Cristo vence. Bienaventurados nosotros que lo hemos visto y oído.

Carmen Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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