“¡Vayan! Yo los envío…” (Lc 10,3)
“¡Vayan!...” nos dice a todos en momentos cruciales del Evangelio.
Para movernos en su sentido, tenemos que ir,
mismo cuando nuestra pereza nos pide quedarnos.
Usted nos eligió para estar en un extraño equilibrio.
Un equilibrio que sólo puede establecerse y mantenerse
en un movimiento, con impulso.
Un poco como la bicy que no se mantiene si no se anda,
una bicy que queda apoyada contra un muro,
hasta que subimos para rodar rápido en la ruta.
Nuestra condición es de inseguridad universal, vertiginosa.
Desde que la observamos, nuestra vida se inclina, se esconde.
Sólo podemos tenernos parados para caminar, para lanzarnos,
en un impulso de caridad. (…)
Usted se resiste a procurarnos un mapa de la ruta.
Nuestro camino de hace de noche.
Las acciones que debemos realizar, se iluminan sucesivamente,
como relevos de señales.
Frecuentemente, la única garantía es la fatiga regular
del mismo trabajo a realizar cada día,
el mismo servicio a recomenzar,
los mismos defectos a corregir,
las mismas tonterías para no hacer.
Pero fuera de esta garantía,
el resto es dejado a su fantasía,
que se da ampliamente a nosotros.
Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964)
laica, misionera en la ciudad.
La alegría de creer, Espiritualidad de la bicy (La joie de croire, Seuil, 1968), trad. sc©evangelizo.org
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