Son muchos los que, en incontables ocasiones, cuando necesitan algo, viven alguna situación desesperante, están enfermos o les va mal en la vida, tienden a recurrir en ése momento a Dios y, una vez que se sienten escuchados, continúan su vida normalmente, sin acordarse en ningún momento de aquello que les fue dado por el Señor.
Quiero compartirles un pasaje bíblico donde encontramos a personas que necesitaron, como nosotros, de la gracia del Padre y, al encontrarla, nunca más le olvidaron: Lucas 5,1-11.
En este capítulo Lucas nos presenta y nos habla de un grupo de pescadores que limpiaban sus redes en la orilla y, decepcionados, no habían podido en toda la noche pescar ningún pez. En ésa noche, Jesús, tomando la palabra dijo a Simón, “rema mar adentro y echa las redes”. ¿Han pensado qué ideas posiblemente surcaron la mente de Simón en ese momento? Muy probablemente la cabeza de Simón haya sentido cierta locura en ése mandato; ¿cómo volver a tirar las redes si no sale nada? ¿no es una locura volver a subir a la barca? Algo puedo intuir. Simón, en su interior, bien sabía que debía hacerlo. Y sucedió lo que todos sabemos. Las redes se llenaron de peces y era casi imposible levantarlas. La alegría de Simón debió ser tan grande como su desconcierto, y muy posiblemente una pregunta le retumbaba en el corazón: ¿cómo puede ser posible?
Simón inmediatamente se postro a sus pies y le rogó que se apartara de él porque no era digno. Muy probablemente fue visitado por el temor de Dios pero nada le impidió reconocerlo como El SEÑOR DE TODA GRACIA.
Jesús fue más allá y le dijo “no temas, desde ahora serás pescador de hombres”, ¡Que misión le confío en ese momento a Simón y a sus compañeros! ¡ser PESCADORES DE HOMBRES, la misión de evangelizar!
Simón ciertamente ésa noche fue tocado por la gracia, pero llamativamente lo que más me impacta y me roba mi atención es que no se quedó con la pesca. Tranquilamente podría haber dicho, “bueno, ya está! Este Jesús nos ayudo tener una buena pesca. Ahora sólo me resta venderlos y volver a casa”; Pero no fue así. Simón dio su “sí” y ese “sí” lo llevó a querer más de Jesús, a querer conocer sus misterios, a conocer de donde venía, hacia dónde iba, que más era capaz de hacer, de dónde provenía ese poder y por qué.
Lo que vendría después ya lo sabemos.
Donde llegaría Pedro lo atestigua la historia de la iglesia. Lo cierto es que Simón quiso más de Jesús y nosotros estamos llamados a ser como Simón.
¿Qué nos falta para seguir los pasos de Simón?
- Lo primero es “decir sí”. Aunque desconfiemos, aunque no sepamos para qué, ni por qué, aunque no sepamos dónde, ni hacia dónde nos quiere llevar.
- Segundo: “obedecer”. Hacer lo que él quiere aunque tengamos dudas, aunque nos signifique cansancios, aunque debamos dejar todo, aún lo que creemos necesario; aunque no estemos de acuerdo con muchas cosas.
- Tercero “querer más y más de Él”, del que todo lo puede, del maestro.
¿Cómo?
Confesión, Eucaristía y oración.
Y una vez alcanzada la perseverancia: “formarnos”.
¿Cómo? Meditando “La Palabra”. Leyendo aquellos libros que acrecienten nuestra propia espiritualidad, la que nos identifica, participando de retiros. Y recordando siempre que para crecer no podemos quedarnos estancados; no podemos pensar que siendo parte de un grupo de oración o rezando todos los días ya todo está hecho. Nuestro Dios es un Dios celoso, Él nos quiere para Él, y nuestro tiempo es para Él.
Yo solo quiero decirte que QUIERO MÁS DE TI, JESÚS.
Sí, quiero más, quiero conocerte, conocer tus más íntimos misterios; Quiero ser lleno de Tus dones y usarlos para el bien de la iglesia y mis hermanos; Quiero que me abraces, quiero que me hables; Quiero ser santo y quiero que me conviertas; Quiero que nunca te alejes de mi y quiero seguir en mi vida siendo dócil a Tu Espíritu; Quiero que todo aquel que me vea, te vea a Ti; Quiero ser un puente entre vos y mis hermanos, y quiero que, cuando me encuentre la muerte, pueda estar Contigo, por eso te digo: ¡quiero más de Ti, Jesús!
Martín Valli, cpn
Comunidad Piedras Vivas
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